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MELI – I
Fecha: 23/10/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
MELI Aquella mañana de otoño me levanté con mejor humor de lo habitual. Me sentía descansado, tenía la mañana libre y salí a desayunar en condiciones. Como casi siempre, fui al Chaikovski con la intención de alegrarme un poco la mañana, fundamentalmente por dos motivos: uno, el café y dos, Meli, la camarera. Porque el café en Chaikovski es muy bueno, pero si te lo sirve Meli es imbatible. Meli -de Amelia-, tiene unos labios pequeños que mejoran al sonreír. No es alta ni delgada, y según la luz del día, sus ojos pueden ser verdes o azules, aunque normalmente verdes. Dentro del Chaikovski había bastante gente, la mayoría oficinistas a la hora del desayuno. Con menos bullicio me habría sentado en una mesa, pero hoy me apetecía estar más cerca. Así que entré y me quedé directamente en la barra. Al verme entrar, Amelia sonrió tímidamente y se acercó. -Buenos días -dije. Tenéis jaleo hoy ¿eh? -Buenos días, si, os han echado a todos de donde quiera que estéis ja, ja ,ja – respondió Meli. -A mí no me quieren en ningún sitio – puntualicé con evidente falsa modestia. Por eso vengo, para sentirme querido al menos por alguien -añadí rematando la tontería. -Ay mi niño, va, que Meli te cuida. Te preparo el café ya mismo – dijo dándose la vuelta mientras se apretaba el delantal frente al espejo de la columna. De reojo pude ver cómo la tela se ajustaba a la forma de sus pechos. Las tetas de Meli eran grandes y hermosas. Me costaba dejar de mirarlas. -¿Algo de comer? ...
... -añadió. -Eh, sí, un pincho de tortilla- contesté pensando en las gemelas. Mientras me lo preparaba, vi que llevaba puesto uno de esos vestidos que se pone de cuando en cuando, y a mí me gustan bastante. Aunque con el delantal no lucía lo suficiente, igualmente me alegró la vista. El vestido era de tirantes, con el escote hasta donde reposa la virgen de su medalla y de falda corta y suelta. Me proporcionaba una idea bastante aproximada de lo que escondía debajo y me excitaba enormemente. Por supuesto, no era la primera vez que fantaseaba en este sentido. -Venga nene, aliméntate -dijo Melia mientras me servía – y empieza el día con alegría. -Gracias Meli. Mientras devoraba el desayuno y Meli atendía a otros clientes, podía distinguir su olor del resto. Allí flotaba el olor a café y a churros, aunque ninguno tapaba lo suficiente. Yo olía a Meli y a mí me gustaba su olor. También en verano, cuando el sudor aparece espontáneamente en el cuello, las axilas, las ingles… Imagino recorrer todos esos sitios muy despacio, olfateando, siguiendo el rastro de pequeñas gotas como un sabueso. Tardé en acabar el desayuno más de la cuenta con la esperanza de que el local se vaciase un poco. No tenía prisa y me apetecía charlar un rato con ella. Y sobre todo mirarla, mirar sus curvas. Imaginarla en lencería o desnuda, a mi merced. Pero tampoco pretendía incomodarla, así que procuré moderarme. -Meli – dije arqueando las cejas con la intención de que viniera. Ella se acercó ...