1. Confesiones de un verdugo


    Fecha: 24/10/2025, Categorías: Gays Masturbación Dominación / BDSM Autor: Gavin, Fuente: SexoSinTabues30

    Mi nombre no interesa. En la milicia me conocían comoUkuhlaba Inyama, que en mi dialecto significa Carnicero. No me dedicaba a la gastronomía, el apodo (que se reducía a Uku) me lo habían puesto por mi crueldad al interrogar a los prisioneros. En mi país vivimos en guerra desde que nacemos. Aprendí a manejar un arma antes de cumplir 8 años. Y maté por primera vez a los nueve. Así que no podía sorprender que a los 15 ya fuese un asesino de masas. No me juzguen por eso. Tengo veinte años, pero parece que tengo cien.
    
    Aprendí de auténticos maestros de la crueldad. Admito que a veces, el sufrimiento de mis víctimas, me excitaba sexualmente. Ustedes dirán que soy un sádico. No me importa.
    
    Había literalmente destripado a varios cuando me llamaron para intervenir en el caso que quiero relatar. Eso fue exactamente hace tres años, por eso (y por otro motivo, ya verán) necesito contarlo.
    
    Se trataba de un chico sueco que había sobrevivido a un ataque de uno de nuestros comandos. Tenía 14 años, era un rubio hermoso y sería un buen punto para nuestro ejército de liberación tener un blanco en nuestras filas. Había que convencerlo, por las buenas o por las malas, de integrarse a nuestra milicia. Y si no aceptaba, pues lo matábamos y ya. No íbamos a desperdiciar una ración de comida en un prisionero. Nosotros no tomamos prisioneros (excepto algunas mujeres y niñas, que son nuestras esclavas sexuales hasta que se vuelven viejas y las matamos). Como sea, no me daban mucho ...
    ... tiempo.
    
    Hasta el momento lo habían tratado inusualmente bien. El chico se llamaba Gustav y sabía nuestro dialecto porque sus padres eran misioneros evangélicos en nuestro país. Él había nacido aquí.
    
    Estos datos me los dio el jefe.
    
    _ Uku, intenta convencerlo rápido. Si ves que el chico no cede, puedes cortarlo en pedazos, ya no nos sirve para nada.
    
    _Descuide, jefe. Pronto será uno de nosotros _dije, aparentando una seguridad que no tenía.
    
    _Está en el sótano. Todavía no le hemos hecho nada. Tiene suerte.
    
    Bajé al sótano del barracón donde nos alojábamos. Llevaba una mochila con mis herramientas de trabajo. Así las llamo.
    
    El joven estaba sentado en una silla (un privilegio insólito). Lo vigilaba Mika, uno de nuestros chicos de 12 años.
    
    _¡Me quiere hacer cristiano!_ me dijo Mika, riendo.
    
    El chico rubio me miró. ¿Qué puedo decir? No creo en eso de la raza superior, es una estupidez, la belleza está en todas las razas. Sin embargo, tengo que reconocer que me impresionó. Tenía el cabello corto y los últimos incidentes se le había desordenado, pero seguía muy presentable. Sus ojos eran de un azul verdoso o de un verde azulado. Cuando nado en las aguas profundas, recuerdo esa mirada suya. Sus rasgos eran delicados, casi femeninos. Vestía una camiseta sin mangas blanca, muy sucia, y unos shorts azules. Todavía llevaba sus zapatillas. Estaba muy delgado. El jefe me dijo que había devorado la comida que le dieron.
    
    Gustav se puso de pie y se presentó, como si estuviese ...
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