-
Una joven accidentada y un hombre maduro (1 de 3)
Fecha: 02/11/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: mc70, Fuente: CuentoRelatos
... motores que mueven poleas que suben cubos que bajan pelotas que mueven objetos. Un grupo de jóvenes hablaban animadamente en una esquina, junto a un semáforo, cuando pasaba la chica a la que venía observando desde hacía unos minutos. Una gorra que salía volando, impactaba en la cara de otra chica, que sin poder evitarlo y como un acto reflejo dio un paso atrás mientras empujaba a otra chica que estaba justo detrás de ella. Esta retrocedió de manera involuntaria quedando su pie en el aire, al terminar la acera bajo su cuerpo y precipitarse justo hacia atrás sobre el carril bici, metiendo el zapato entre los radios de la rueda delantera y empujando a la chica de la bicicleta. En ese momento yo estaba justo a la altura de ella, y pude ver cómo intentaba sujetarla o frenarla con una de sus manos, mientras el movimiento hizo que su bolso resbalara de su hombro y las asas se deslizaran a lo largo de su brazo, cayendo hasta el manillar. Anticipando lo que iba a ser una caída casi segura, aflojé hasta notar el sonido de la bicicleta deslizándose por el lateral izquierdo de mi coche a lo largo de la puerta del acompañante y cómo la chica iba perdiendo el equilibrio hasta que acabó semitumbada sobre el capó delantero del coche. Balance: la rueda delantera con algunos radios rotos, una pequeña herida en la pierna producto seguramente del roce de su piel contra alguno de los radios que quedaron sueltos y la falda un poco perjudicada. Y naturalmente, unos preciosos arañazos en ...
... el lateral de mi coche. En un instante, la chica estaba rodeada de esos jóvenes que habían provocado su accidente, la bicicleta había quedado en el suelo y yo, mirando el panorama. Pero lo peor, era que me sentía el padre de todos esos muchachos. Con mi traje y mi corbata, contrastaba con el aire desenfadado del resto. La chica se disculpaba ante mí, pidiendo perdón por cómo había quedado la puerta de mi coche, por el susto que me había dado y sobre todo, sin poder asumir como culpa suya y diciendo que había sido empujada por ese grupo, ante cuyas palabras, y constatando que la chica estaba bien, habían comenzado a dispersarse con la consabida consigna de… tonto el último. Allí quedamos la chica, su bicicleta y yo. Y lógicamente, salió el caballero rescatador que todos llevamos dentro. —¿Estas bien? —le pregunté. —Siento mucho no haber podido evitar que tu coche sufriera el roce de la bicicleta. Imagino que algo debo hacer al respecto, aunque mi bici no tiene seguro —decía mientras sonreía y miraba su reloj. —¿Vas tarde? —le respondí— Creo que en el estado que ha quedado la bicicleta no puedes usarla, así que deberíamos buscar algún sitio donde repararla. —Digamos que ya no llego a la única clase que tenía hoy —Mientras decía eso, sacaba un kleenex de su bolso para limpiar unas pequeñas gotas de sangre de su pierna. —Y encima estás herida —me agaché y pude ver de cerca esa pierna que se ofrecía realmente suave y firme al tacto— Espera que en el coche ...