El Jardinero Final - Relatos Eróticos

El Jardinero Final

... voz alta. Él lo entendió perfectamente. Michael no era un hombre de muchas palabras, pero sabía leer los gestos, las miradas, las tensiones sutiles que se acumulaban en los silencios.

—Puedo pensar en algo que podría necesitar —dijo Michael finalmente, en voz baja.

Sin apartar la vista de ella, Michael dio un paso más, reduciendo la distancia entre ambos. Anne sintió el calor de su cuerpo invadir el espacio entre ellos, y su propia respiración se volvió más rápida. Su corazón latía tan fuerte que pensó que Michael podría escucharlo.

—¿Qué podría ser eso? —susurró Anne, su voz temblorosa pero cargada de deseo.

Michael no respondió inmediatamente. En cambio, sus manos se movieron hacia ella, rozando su cintura con una suavidad que contradecía la fuerza que Anne sabía que poseía. Su toque la hizo estremecer, y sin darse cuenta, su cuerpo se inclinó ligeramente hacia él, como si estuviera buscando más de ese contacto.

—Te lo mostraré —murmuró Michael, y su voz era como un eco grave que la envolvía por completo.

El mundo pareció detenerse en ese momento. No había nada más que el calor de su cuerpo, el sonido de su respiración, y el latido constante de su corazón. Anne sabía que había cruzado una línea invisible. Y extrañamente, no sentía miedo. Lo único que sentía era deseo, un deseo incontrolable que la arrastraba hacia él, hacia lo que sabía que vendría.

Michael la tomó de la mano, guiándola suavemente hacia el cobertizo, donde ya habían tenido encuentros ...

... furtivos en el pasado. Mientras caminaban, Anne no pudo evitar pensar en lo lejos que había llegado, en cómo sus encuentros con él la habían transformado de una mujer atrapada en la rutina a alguien que ansiaba romper las reglas, alguien que necesitaba más de lo que su vida le había ofrecido hasta ahora.

Nada más llegar al cobertizo, Michael cerró la puerta tras ellos con un movimiento decidido. El espacio estaba en penumbras, con la única luz natural entrando a través de las pequeñas rendijas en las paredes, creando sombras que danzaban sobre el suelo de madera. El aire olía a tierra y madera vieja, un aroma que había llegado a ser familiar para Anne en sus encuentros clandestinos con él. Sin embargo, hoy había algo distinto en el ambiente, una tensión que la hacía sentir más vulnerable, pero a la vez más excitada que nunca.

Michael no tardó en marcar la pauta. Sin siquiera dedicarle una mirada tierna o un gesto de cariño, fue directo a lo que quería. Su voz resonó en el pequeño espacio, profunda y autoritaria, como un eco que llenaba cada rincón.

—Desnúdate. ¡Ahora!.

Anne sintió un estremecimiento recorrerle el cuerpo desde el momento en que escuchó la orden. Sabía que no había espacio para la vacilación, no con él. No hoy. Era lo que había buscado, lo que la había traído hasta aquí. Michael no necesitaba dulzura, ni palabras amables. El silencio de las expectativas no cumplidas, las miradas furtivas y las tensiones reprimidas finalmente se rompía en la crudeza de ...