El Jardinero Final - Relatos Eróticos

El Jardinero Final

... reservas, incapaz de controlar el deseo que la consumía.

—Eso es... —murmuró, inclinándose hacia ella para morderle suavemente el cuello, sus labios rozando su piel con una caricia que contrastaba con la dureza de sus embestidas—. No te detengas.

Anne no podía detenerse, ni quería hacerlo. Su cuerpo estaba completamente fuera de control. Cada embestida de Michael la hacía gemir más alto, la hacía moverse más rápido, buscando más de él, más de ese placer que parecía no tener fin.

Sabía que estaba a punto de correrse, y por la manera en que Michael la embestía, podía sentir que él también estaba cerca. Pero no era solo eso. Sabía que Michael la estaba llevando más allá de sus propios límites, empujándola a un lugar donde ya no existía el control, donde todo lo que importaba era el placer que la atravesaba con cada movimiento.

Y cuando finalmente llegó, fue como una explosión en su interior. Su cuerpo se tensó por completo, sus músculos contrayéndose mientras una ola de placer la recorría de la cabeza a los pies. Gritó su nombre, sin importarle si alguien fuera del cobertizo la escuchaba, porque en ese momento, lo único que existía era él y el orgasmo que la estaba desgarrando por dentro.

Michael gruñó profundamente, empujando una última vez antes de detenerse, su respiración agitada mientras se derramaba dentro de ella. Ambos quedaron quietos durante unos segundos, jadeando, sus cuerpos aún temblando por el impacto del orgasmo que acababan de ...

... compartir.

Finalmente, Michael se retiró lentamente, dejando que Anne recuperara el aliento, aunque sabía que su control sobre ella estaba lejos de terminar.

Anne permaneció unos momentos apoyada sobre la mesa, jadeando y con las piernas aún temblorosas. Su cuerpo estaba completamente abrumado, pero, extrañamente, la insaciable necesidad no desaparecía. Sentía un hambre voraz que aún no estaba saciada, una urgencia creciente que la impulsaba a querer más. Siempre más.

Lentamente, se incorporó. Se giró para mirar a Michael, que la observaba desde la sombra, con los ojos entrecerrados y una sonrisa de satisfacción en los labios. Parecía completamente seguro de sí mismo, dueño de la situación, como si controlara no solo cada uno de sus movimientos, sino también cada pensamiento que cruzaba por su mente.

Anne, con las rodillas aún débiles, se dejó caer al suelo, aterrizando suavemente sobre la alfombra polvorienta del cobertizo. Sin apartar los ojos de Michael, empezó a gatear hacia él, su mirada llena de una mezcla de súplica y deseo.

—Por favor... —susurró, su voz temblando ligeramente, aunque no podía disimular la urgencia que la atravesaba—. Dame más.

Michael la observaba en silencio, cruzado de brazos. Era evidente que disfrutaba verla así, rendida ante él, gateando hacia él con una obediencia que ella misma nunca habría imaginado tener. La sonrisa en su rostro se ensanchó, arrogante y complacida. Se mantuvo inmóvil, dejándola acercarse más, saboreando cada segundo de su ...