La vuelta al mundo: Una apuesta caliente.
Fecha: 12/02/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Nicole93, Fuente: SexoSinTabues
Dicen algunos poetas, escritores, filósofos y entendidos que el orgullo del hombre es su perdición. Una piedra que se encuentra siempre en el camino pero que rara vez vemos, ya sea porque estamos demasiado ocupados contemplando nuestra propia nariz o porque las ansias de avanzar no nos dejan verla. Nadia no pensaba de ese modo, el orgullo en si no era malo, es más podía motivar a la gente a hacer cosas increíbles. Lo malo, según ella, era el delirio de orgullo. Este era el monstruo que no nos permitía ver nuestros propios límites. Nadia dormitaba en una especie de vigilia entre el sueño profundo y la consciencia plena. Notaba los cálidos rayos solares acariciar la piel de su espalda y era consciente de las sabanas enredadas desordenadamente alrededor de su cuerpo. El pelo rubio debía de estar desordenado sobre la almohada y su boca de labios llenos y rojizos expiraba muy lentamente el aire de sus pulmones. A su lado, un cuerpo masculino completemente despierto, la observaba con la cabeza apoyada sobre una mano. Esos ojos verde bosque la observaban en silencio. Primero se fijaron en su boca de labios llenos y rojizos. Un recuerdo de esa boca alrededor de su miembro turbó al hombre por un instante que no pudo evitar respirar fuerte. Sus ojos se movieron después hacia la forma delicada de su mentón y su cuello de cisne. Recorrieron la linea de su espalda bañada por el sol y trataron, sin éxito, de ver a través de la sábana blanca que tapaba su desnudez. El cuerpo de Nadia era ...
... largo, sus extremidades eran delgadas y su piel era pálida y muy suave. Era un cuerpo puro, sin lunares, manchas, ni peca alguna. Todo en ella era suave y delicado. Su pelo era rubio y sedoso y su cara de ángel. Sus pechos eran pequeños, redondeados, tersos y coronados por unos pezones pequeños, rosados y muy excitables. Sin poder contenerse el hombre al lado de Nadia alargó la mano y con la punta de los dedos recorrió el hombro de la mujer. Trazó círculos suaves observando si su sueño se perturbaba y siguió una linea hacia donde comenzaban sus pechos. Se detuvo ahí un instante para después, con sumo cuidado, deslizar la sábana blanca de algodón hacia abajo. Un seno quedó al descubierto. El hombre se lamió los labios como si desease probarlo con la boca, pero en vez de eso lo acarició suavemente con la punta de los dedos, trazando círculos concéntricos. Enseguida el rojizo pezón cambió el perfil de aquel pecho, volviéndolo afilado. La suave punta sobresalía pequeña y dura en medio de la redondez. - Voy a fingir que sigo dormida David -dijo Nadia en voz baja, apenas susurrando. David sonrió en silencio y siguió con el juego. Se acomodó mas cerca de ella y siguió con sus caricias en su seno. Sabía que esta vez, ella le dejaría hacer, pero no siempre era así. De hecho ella se negaba constantemente a entregársele por completo. La culpa la tenía él, muy a su propio pesar, el mismo le había dicho que lo suyo no era serio, que solo se divertían y que no habría exclusividad. Lo que no ...