-
Mi esposa no supo negarse y acabó disfrutando
Fecha: 11/12/2025, Categorías: Infidelidad Autor: MARIANO, Fuente: CuentoRelatos
Me llamo Eloy, tengo 35 años y estoy casado desde hace diez con Olga, una mujer preciosa de 32 años, morena, de pelo bastante largo, ojos castaños, boca grande y labios bastante carnosos. Su cara es realmente bonita, mide cerca de 1,70 y tiene un cuerpo muy sensual, con pechos grandes y de pezones oscuros. Llama mucho la atención de los hombres que se la comen con la mirada. Olga es una mujer extrovertida y que difícilmente es capaz de contrariar a alguien sacrificándose ella con frecuencia con tal de no tener que dar una negativa en cualquier aspecto de su vida cotidiana. Esta forma de ser también es aplicable al sexo en el que, aun comportándose de manera muy pasiva prefiriendo dejarse hacer que participar activamente, no rechaza casi nunca lo que yo pueda hacerle. No he conseguido sin embargo que me chupe la polla pues la primera vez que se lo propuse me dijo que le daba asco el líquido preseminal del capullo cuando está en erección, de modo que nunca volví a insistir en ello. Este último invierno decidimos hacer una obra en la casa, de modo que, tras contactar con varias empresas, nos decidimos por una de ellas para que se encargara del trabajo. El día que empezaron la obra mi mujer me dijo que de ella se estaban encargando dos jóvenes de origen rumano que no hablaban casi nada de español. Me comentó también que al terminar la jornada les había ofrecido una cerveza y algo de embutido, cosa habitual en mi mujer y que ellos le agradecieron amablemente. Un día ...
... regresé a casa antes de lo normal, coincidiendo con la hora de salida de los dos trabajadores, y al entrar observé, a través del cristal de la puerta que daba al salón desde el hall, que mi esposa y los dos operarios se estaban tomando el tradicional tentempié que ella les ofrecía al terminar la jornada de trabajo. Al estar la puerta cerrada y la luz del hall donde yo me encontraba apagada, mientras que la del salón estaba encendida, ellos no me habían oído llegar ni podían verme a través de la puerta. Tras colgar el abrigo en el armario ropero me dirigí hacia el salón para saludar, pero al acercarme a la puerta observé como uno de los dos obreros se acercaba a Olga por su espalda y le ponía la mano sobre la cabeza acariciándole el cabello. Iba a entrar, pero lo insólito del hecho me frenó y me mantuve quieto observando lo que pasaba. Mi esposa se sorprendió indudablemente con las caricias del chico, pero no hizo movimiento alguno, de modo que el chaval se animó aún más y tras cogerle la cabeza con ambas manos empezó a acariciarle las sienes con los dedos. Entonces su compañero se levantó, se aproximó también a Olga y tras ponerle sus grandes manos en la cara empezó a acariciarle suavemente las mejillas. Ella permanecía sentada e inmóvil, sin saber qué hacer, y yo pasmado viendo la escena y dudando en intervenir. Viendo que Olga no reaccionaba negativamente, el que estaba a su espalda la levantó de la silla mientras que el otro le apoyó sus manos sobre los hombros. No ...