1. Antonio el camionero y su hija Valeria (II)


    Fecha: 14/12/2025, Categorías: Incesto Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... situación.
    
    —Ufff… sigo fastidiado, chaval —respondió Antonio, disimulando mal el tono burlón—. Pero aquí tu mujercita me está echando una mano, ya sabes… A su manera.
    
    —¿Valeria está contigo? ¿Qué hace ahí?
    
    Antonio soltó una carcajada, apretando los dientes mientras otra oleada de placer le recorría la columna.
    
    —Pues ya la conoces… darle a la lengua mientras masajea a su viejo. Tiene unas manos milagrosas, la jodía. Se ha empeñado en aliviarme la tensión. Estoy… soltando bastante.
    
    Pablo dudó al otro lado.
    
    —Ah… bueno… me alegro, supongo.
    
    Antonio se mordió el labio, con la cara roja, conteniendo un gemido mientras Valeria lo miraba desde abajo con fuego en los ojos, sin aflojar el ritmo.
    
    —Seguro que te alivia —añadió Pablo—. Pero dile que no se retrase y que no coma demasiado, que esta noche cenamos en casa de mis padres.
    
    Antonio lo pensó un segundo… y no pudo evitar soltarlo.
    
    —Pues deberías verla, campeón —dijo con sorna, mientras se recostaba un poco más en el sofá y le echaba una ojeada a Valeria, que tenía la boca bien llena de rabo—. Desde que ha llegado se está poniendo las botas. Come como una condenada… y no veas cómo lo disfruta.
    
    Del otro lado del teléfono, Pablo soltó una risita nerviosa.
    
    —Bueno… me alegro de que esté a gusto —respondió, sin saber muy bien cómo tomárselo.
    
    Antonio se mordió el labio para no reírse, y añadió con voz más grave, bajando el tono:
    
    —Y no te preocupes, enseguida hará que me corra. Digo… le diré ...
    ... que corra. Cuando acabe con lo que tiene entre manos… te la mando.
    
    —Vale… pues eso. Hasta luego, Antonio. Y trata mejor esa espalda, hombre.
    
    —Venga, Pablo. Ya nos veremos —dijo Antonio, colgando mientras se mordía el puño para no reventar de la risa—. Menudo pardillo…
    
    Valeria se apartó un segundo, jadeando, con la boca húmeda y las mejillas encendidas. Se limpió un hilo de saliva con el dorso de la mano mientras lo miraba entre divertida y desafiante.
    
    —Eres un cabronazo sin remedio.
    
    Antonio se rió, con esa carcajada ronca que parecía venirle desde el estómago.
    
    —Anda, sigue tragando, que tu maridito es más tonto que las piedras.
    
    Ella estaba a punto de responderle algo, con la polla aún entre los labios, los ojos entornados y una chispa burlona en la mirada. Pero Antonio no le dio margen. Le agarró la cabeza con una mano grande, firme, y la empujó hacia abajo con un gesto rudo, marcando territorio.
    
    —Nada de hablar ahora, que la boca es pa’ lo que es —gruñó.
    
    Valeria, lejos de obedecer sin más, se plantó un segundo. Frenó el empuje con las dos manos apoyadas en sus muslos y le sostuvo la mirada desde abajo, con descaro, los labios húmedos y tensos, sin tragar ni retroceder. Esa rebeldía juguetona, esa insubordinación que le ardía en la sangre, lo volvía loco.
    
    Antonio le acarició el mentón con dos dedos, sin soltar del todo su agarre, y la miró desde arriba con esa mezcla de deseo, burla y autoridad que la desarmaba siempre.
    
    —¿Ah, sí? ¿Hoy vienes ...
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