1. Antonio el camionero y su hija Valeria (II)


    Fecha: 14/12/2025, Categorías: Incesto Autor: AntonioSPA, Fuente: TodoRelatos

    ... puro orgullo animal.
    
    —¡Hostia puta! ¿Eso dijo? —resopló, echando la cabeza hacia atrás—. ¡Esa sí que es de mi sangre, joder! Tiene buen ojo la cría, y no se calla una. ¡Como su abu!
    
    Valeria se rió, negando con la cabeza.
    
    —Y yo ahí, con la copa de vino temblándome en la mano, intentando salir del paso como si hablase de tus pelotas en la bici, o de un puto peluche que llevabas en el regazo. ¡Y Pablo con cara de funeral!
    
    —¡Pues que se aguante el notas ese! —bufó Antonio, aún carcajeándose—. Que no es culpa mía si ese diablillo ya distingue lo que es carne de verdad. ¡Con un solo vistazo y ya sabe quién lleva el timón en esta familia!
    
    Valeria se rió, pero luego entrecerró los ojos y bajó la voz.
    
    —Yo creo que Pablo sospecha algo, papá. No que me esté tirando a mi propio… ¡Dios, eso no se le pasaría nunca por la cabeza, vamos! Sería demasiado fuerte para su ego, pero sí que se huele que hay otro hombre. No me lo ha dicho, pero lo noto.
    
    Antonio la miró con media ceja alzada, como si eso fuera gasolina para su fuego interno.
    
    —¡Pues que le den por culo al Pablo! —bufó Antonio, con media carcajada y salpicando un poco de saliva por el entusiasmo—. Si tuviera una pizca de polla, la niña no estaría fijándose en la mía. Ni tú. Pero claro… con ese cuerpo de contable estreñido y cara de seminarista… ¡normal que le llame "papá" por compromiso y no por respeto!
    
    Valeria se tapó la boca conteniendo la risa, mientras Antonio soltaba un bufido orgulloso y se rascaba ...
    ... la barriga como un león satisfecho.
    
    Su hija seguía acariciándole el paquete como si tal cosa. La tela del pantalón se movía apenas bajo su mano, pero el calor que sentía a través de ella hablaba por sí solo. Ese volumen pesado y tranquilo, ese descanso viril que seguía presente como una amenaza latente, hizo que a Valeria se le escapara un leve mordisco al labio inferior.
    
    Antonio la miró de reojo, ladeando la cabeza con una mueca canalla.
    
    —¿Qué haces, gatita? —jadeó.
    
    —Relájate, anda. Sólo te estoy cuidando como te mereces —soltó Valeria con una media sonrisa, su voz suave como terciopelo… pero con ese filo que cortaba como navaja.
    
    Mientras hablaba, sus manos bajaron con lentitud, pasando por sus caderas y posándose en los muslos firmes y peludos de Antonio. Cada roce era una mezcla de caricia y desafío, y cuando le dio una palmada seca en la pierna, él entendió al instante.
    
    —Venga, levanta un poco el culo —le susurró, divertida.
    
    Antonio resopló, gruñó medio quejándose por la espalda, pero obedeció.
    
    Ella le bajó los calzoncillos hasta los muslos con una ceremonia lenta y descarada, liberando lo que hasta entonces permanecía oculto: su virilidad pesada, marcada por venas y ese aire rudo, sin adornos, que olía a puro macho y a día largo de verano. Valeria lo miró de reojo y sonrió, entre provocadora y fascinada.
    
    Entonces, con un poco de pomada aún en sus dedos, Valeria se inclinó y comenzó a frotar la ingle de Antonio, rozando el escroto y la base de su ...
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