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Pasión en la sombra
Fecha: 14/12/2025, Categorías: Hetero Autor: Angelguti, Fuente: TodoRelatos
Helena caminaba por los pasillos de la prisión con paso firme. Cada mañana era igual: el sonido del metal, los ecos de puertas abriéndose y cerrándose, las miradas esquivas de los internos. A sus 42 años, llevaba casi dos décadas como funcionaria de prisiones, y sabía muy bien cuándo mostrarse dura y cuándo mantenerse invisible. Ese día había algo distinto en el aire. Una electricidad apenas perceptible, pero innegable. Cuando se acercó a la celda 317, su pulso se aceleró un poco. Alberto. No sabía en qué momento ese nombre había comenzado a afectarla así. Tal vez fue por la manera en que la miraba. No con lujuria vulgar, sino con una mezcla de respeto y deseo contenido. Como si viera en ella algo que ni ella misma recordaba tener. Ella le entregó el desayuno, como todos los días. Pero sus manos se rozaron. Y fue como si el mundo se detuviera un instante. Las noches eran lo peor. Helena se sentaba frente al televisor encendido sin mirar, con una copa de vino en la mano, pero su mente viajaba a los pasillos grises de la prisión. A él. A esa mirada que no podía quitarse de la cabeza. Alberto, por su parte, pasaba las horas observando el techo de su celda. Su condena era larga, pero soportable. Lo que lo desquiciaba no era el encierro, sino esa funcionaria de ojos verdes que se le había metido bajo la piel. Soñaba con ella. Con su cabello oscuro desatado, con su voz firme convirtiéndose en susurro. —Hoy es un día especial —murmuró, mirando a ambos lados para ...
... asegurarse de que nadie los escuchaba. —Después del recuento, ve al taller de carpintería. Te estaré esperando. Alberto asintió, su corazón latiendo con fuerza. Sabía lo que eso significaba. Sabía lo que ambos arriesgaban. Pero la atracción entre ellos era irresistible, un fuego que ardía en las sombras de la prisión. —No te retrases —advirtió Helena, su voz ahora más dura, recuperando su fachada profesional. Se dio la vuelta y salió de la celda, dejando a Alberto solo con sus pensamientos y la creciente anticipación. El taller de carpintería era un lugar ruidoso, lleno del sonido de sierras y martillos. Los presos trabajaban bajo la supervisión de los guardias, pero había rincones ocultos, espacios donde la vigilancia era menos estricta. Alberto se movió con cautela, sus ojos buscando a Helena entre la multitud. La vio de pie cerca de una pila de madera, su figura esbelta destacaba entre los hombres musculosos. Se acercó a ella, su corazón acelerándose con cada paso. Helena lo miró, sus ojos verdes brillando con una mezcla de deseo y nerviosismo. —Rápido —susurró, tomándolo de la mano y guiándolo hacia un rincón oscuro detrás de una pila de tablones. —No tenemos mucho tiempo. Alberto la siguió, su cuerpo respondiendo a la proximidad de ella. El aire olía a serrín y sudor, pero en ese momento, todo lo que importaba era Helena. Ella se giró hacia él, sus labios a centímetros de los suyos. Alberto sintió el calor de su aliento, el dulce aroma de su perfume ...