1. Quiero un camionero


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Transexuales Autor: Maesu, Fuente: CuentoRelatos

    ... transforma, con las prendas adecuadas, en una mujer voluptuosa de generosas nalgas, muslos carnosos y pechos bamboleantes (sí, soy uno de esos tipos a los que cuando engordan les salen tetas). Supongo que una de las cosas que me gusta de travestirme es precisamente la sensación de poder que me da notar que me miran con deseo, con ansia, con descaro incluso. Recuerdo haber pensado en su momento que con razón las mujeres invertían tanto esfuerzo en arreglarse y le daban tanta importancia a gustar.
    
    Pero me estoy desviando.
    
    El caso es que durante muchos años no pasó nada digamos “serio”. Pero entonces llegó la famosa pandemia, y yo, solo en casa, con mi mujer en el pueblo con su madre, aburrido y con ganas de sexo, empecé a probarme ropas de mi mujer, que como yo, es una persona más bien entrada en carnes, y a comprobar que me quedaban francamente bien.
    
    Me ponía cachondo mirándome en el espejo, admirando cómo resaltaba mi trasero redondeado y carnoso con los tangas de encaje, sorprendiéndome de lo bonitas que me hacían las piernas las medias de rejilla con liguero, comprobando con asombro lo cómodo que me encontraba llevando vestidos cortos y catsuits con transparencias, flipando con lo bien que me iban los sujetadores de mi santa esposa y las tetas tan hermosas que me hacían.
    
    Me miraba así, y me ponía tan caliente que tenía que masturbar. A veces, además de hacerme pajas, me metía un dedo o dos por el culo. Luego empecé a probar con objetos (plátanos, zanahorias, ...
    ... botes de desodorante) a los que colocaba un condón, sujetaba como podía en la bragueta de algún pantalón mío y cabalgaba imaginando que era la polla de un hombre lo que entraba dentro de mis entrañas.
    
    Todo esto, claro está, me avergonzaba una vez que se me bajaba el calentón, y me juraba a mí mismo no volverlo a hacer. Naturalmente, ese juramento se iba al garete enseguida.
    
    No tardé en empezar a hacerme fotos con el móvil ataviado como una mujerzuela. Fotos de mi escote en primer plano, de mis piernas en medias de rejilla rojas o negras, de mi culazo en todo su esplendor, las nalgas separadas por el hilo de tangas cada vez más escuetos. Luego empecé a grabar vídeos en los que me estrujaba las tetas y me pellizcaba los pezones, o en los que grababa cómo me introducía por el culo diversos objetos mientras gemía como toda una guarra salida.
    
    Pronto me entró el gusanillo de saber si los hombres que vieran esas fotos y vídeos se sentirían excitados, así que hice acto de aparición en diversas páginas de contactos y aplicaciones de ligoteo para gays, en las que colgaba mis fotos y me ofrecía para mantener conversaciones calientes e intercambiar fotos y vídeos por WhatsApp o Telegram. No sabía si habría alguno interesado, y contaba con que aquello no llegaría muy lejos.
    
    Me equivocaba.
    
    El primer día me habían escrito 15 tíos. Para el segundo, eran 45. Me vi desbordado. A la semana ya no daba abasto.
    
    Hombres de toda edad y condición me escribían pidiéndome fotos y vídeos, ...