1. Vacaciones en Punta Quemada (I)


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: dlacarne, Fuente: TodoRelatos

    ... del hilo- Tenía ganas de hacerlo en este viaje. ¿Para qué esperar? -y, con las mismas, desabroché los lazos de la parte inferior del bikini.
    
    Conseguí que Camila apartara la mirada de su libro y dirigiera sus ojos por encima de las gafas de sol hacia mí, no se si juzgándome o aprobando mi acción. No puedo negar que sentí cierta vergüenza que me impidió levantarme en primera instancia. Apreté los dientes, me armé de valor y, de un salto, me puse en pie, dejando que el tanga cayera solo en la arena.
    
    -¡Esa tía! -gritó Blanca cogiendo mi tanga y agitándolo al aire como una bufanda.
    
    -Bueno, ¿qué? -dije luchando contra la tentación de taparme- ¿Quién se viene a jugar a las palas?
    
    Nos pusimos en marcha no sin antes de que Blanca nos juntara para hacernos un selfie (o puede que más de diez) tapándonos los pezones y subirlos a las redes de inmediato. Ya en la orilla jugando a las palas, mi sonrisa desdibujada, la mirada baja y las manos apretadas delataban que no terminaba de sentirme cómoda. Quizás me había venido muy arriba, pensaba. Nunca había estado completamente desnuda en la playa y, mucho menos, dando saltos en la orilla, con todas las carnes meneándose con cada golpe de pala.
    
    Aquello se me daba muy mal, no acertaba una. Aún así, corría de aquí para allá tratando de cazar todas, saltando y tirándome por los suelos. Camila me dejaba algo más de tregua, pero Blanca, que había jugado desde pequeña al tenis y era una zorra mala, no tenía piedad de mí. En una de ...
    ... tantas veces que no alcancé a devolverla, la pelota se perdió varias sombrillas más allá. Corrí a buscarla abriéndome pasó por el rompeolas, como una suerte de Pamela Anderson cutre y con menos ropa. Al ir a cogerla, meciéndose con el morir de las olas en la orilla, alguien se me adelantó: un chico negro, altísimo, de casi dos metros, la rescató y, con una sonrisa blanca impoluta y preciosa, me la ofrecía con la palma extendida. Invadida por un rubor repentino, recogí la pelota sin mediar palabra, titubeando y con la boca torcida. Mis dedos se tomaron su tiempo para deslizarse por su mano, dos veces la mía, rugosa, pero, de algún modo, también suave. Olvidando el transcurso del tiempo y el devolver respuesta alguna, lo escaneé de arriba a abajo, esforzándome en guardar su imagen para siempre. Además de alto era fuerte, de espalda ancha, pero no especialmente musculado; brazos largos, dignos de sus grandes manos y, bajo su vientre firme, un largo pene, digno de todo lo demás; aún estando en reposo, le llegaba a más de medio muslo, ¡qué exageración! Recordé entonces que yo estaba tan desnuda como él y salí de mi trance. Le di la gracias y, antes de terminar mis palabras, ya me había dado la vuelta para volver con mis amigas
    
    Sin cortarse un pelo, Blanca hacia gestos con las manos que a todas luces señalaban el tamaño del pene de aquel chico. No emitía sonido alguno pero en sus labios se podían leer cosas como “menuda tranca”. Le mandé la pelota de vuelta para ver si así dejaba el ...
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