1. El secreto del padre de mi colega - 1


    Fecha: 29/12/2025, Categorías: Gays Autor: Rafi, Fuente: TodoRelatos

    Hace muchos años, cuando mi amigo Carlos y yo estudiábamos juntos, paseábamos por la calle una tarde de verano, con el sol calentándonos la piel y el bullicio de la ciudad a nuestro alrededor. Nuestros padres eran amigos desde hacía décadas, y esa conexión siempre nos había unido. De pronto, Carlos me miró y dijo: “Oye, vente una semana a la casa de campo de mi familia, está en medio del bosque, con un río y todo. Mi padre dice que podemos pescar y hacer barbacoas.” Dudé al principio, pensando en el trabajo y las excusas, pero la idea de escapar me ganó, y acepté. Con 19 años, sentía curiosidad por probar algo nuevo, y preparé una mochila con ropa vieja y unas botas gastadas. El lunes por la mañana nos subimos a su coche, con él al volante y yo mirando por la ventana cómo la ciudad se desvanecía.
    
    Llegamos a la casa al mediodía, una construcción de piedra con un porche amplio y un jardín salvaje pero lleno de vida. Carlos me enseñó el lugar: una sala con muebles de madera oscura, una cocina rústica con una mesa enorme, y un par de habitaciones arriba para dormir. Su madre nos recibió con un abrazo y una bandeja de comida, pero quien más me llamó la atención fue su padre. Era un hombre de unos 45 años, con un cuerpo grande, masculino y viril, moldeado por años de trabajo duro. Sus brazos eran anchos, llenos de músculos marcados, y su pecho se marcaba bajo una camisa de cuadros que llevaba desabrochada en parte, dejando ver piel bronceada y velluda. Durante esos días, Carlos ...
    ... y yo hicimos de todo: pescamos en el río, con el agua fría mojándonos los pies mientras reíamos por los peces que se nos escapaban; exploramos el bosque, perdiéndonos entre los árboles hasta encontrar un claro donde comimos bocadillos; y por las noches jugábamos a cartas en el porche, con el sonido de los grillos de fondo. Su padre estaba siempre cerca, ayudando con la leña o preparando la barbacoa, y su presencia me hacía sentir en confianza, como si lo conociera de toda la vida. Su físico imponente, combinado con esa actitud ruda pero acogedora, me daba una sensación de seguridad que no esperaba.
    
    El jueves por la mañana, todo cambió. Carlos recibió una llamada de su primo, diciendo que necesitaba ayuda urgente con un traslado en la ciudad, a unas horas de distancia. “Joder, tengo que irme, pero vuelvo mañana,” me dijo, con cara de fastidio mientras miraba el móvil. Su madre decidió acompañarlo para visitar a unos tíos, y su padre se quedó en casa, murmurando que tenía que reparar una valla rota. Me quedé solo con él después de que el coche de Carlos se perdiera por el camino de tierra, y el silencio de la casa se volvió pesado. Su padre me llamó desde el patio: “Oye, chaval, ven a echarme una mano con el álbum de fotos, que quiero ordenarlo antes de que se pudra en el desván.” Subimos juntos al ático, un espacio oscuro y polvoriento, con el calor pegajoso haciendo que el sudor me corriera por la espalda. Él llevaba una camiseta vieja que se le pegaba al cuerpo, y el olor ...
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