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El secreto del padre de mi colega - 1
Fecha: 29/12/2025, Categorías: Gays Autor: Rafi, Fuente: TodoRelatos
... que miraba como tú. Me gusta eso de ti.” El ambiente se volvió denso, y el olor de su sudor me envolvía mientras él seguía hablando. “Joder, esto me hace pensar,” dijo, pasándose una mano por el pecho. Me miró de nuevo, captando cómo mis ojos se desviaban a su figura, y murmuró: “Sigo viendo cómo me miras, chaval. No te cortes, me halaga.” Dije, con un poco de nervios: “Es que… tu físico impone, me siento en confianza contigo.” Él rió suavemente y respondió: “Me alegra, chaval. Ese algo que tenemos en común, podría ser más si quieres.” Se desabrochó la camisa un poco más, dejando ver el pecho húmedo, y añadió: “Quédate aquí, déjame mostrarte.” Se levantó, acercándose un paso, y dijo: “Si te animas, podemos compartirlo, algo que solo nosotros entendemos.” Desabrochó el pantalón con calma, sacando su rabo, no muy largo pero gordo, con venas marcadas, y lo acarició despacio. “Míralo, chaval, y si quieres, tócame. Esto es parte de lo que somos,” dijo, con un tono de invitación oscura pero seductora. Me quedé paralizado por un momento, con el pulso acelerado, y dije: “Joder, tío, no sé si…” Él me cortó, con voz firme pero suave: “Tranquilo, chaval, esto es para los dos. Acércate si quieres.” Me arrodillé despacio, sintiendo una mezcla de curiosidad y nervios, y dije: “Nunca hice esto antes, ¿eh?” Él puso una mano en mi nuca, guiándome con suavidad: “Venga, despacito, que lo disfrutemos.” Su rabo me llenó la boca, pesado y caliente, con un sabor salado y terroso que me ...
... envolvió, mezclado con el olor a sudor que llenaba el aire. Lo chupé con cuidado, sintiendo cómo su grosor estiraba mis labios, y mi mente se llenó de pensamientos: la culpa por estar con el padre de mi amigo, la excitación por su secreto, la adrenalina de estar solo con él. Gimiendo bajito, dije: “Es más gordo de lo que esperaba.” Él gruñó: “Sí, chaval, así bien, sigue.” Pasé minutos saboreándolo, mi lengua recorriendo cada vena, mientras él jadeaba: “Joder, qué bueno, no pares.” Dije, con un toque de intriga: “ ¿Y si Carlos nos pilla?” Él rió bajo: “No vuelve hoy, relájate y sigue.” Sentí su mano apretando más, guiándome, y pensé en cómo me tenía en sus redes, en la oscuridad del desván como cómplice. “Hostia, qué bien lo haces, más,” murmuró, y yo respondí: “Joder, esto es raro, pero… sigue.” Él gruñó: “Venga, chaval, un poco más, que esto nos une.” Tras un rato largo, su respiración se volvió pesada, sus músculos se endurecieron, y con un gemido profundo, se corrió en mi boca, un chorro espeso que me dejó con el sabor persistente. Se apartó, se subió el pantalón y dijo: “Esto queda entre nosotros, chaval. Nadie lo sabe.” Me dejó solo en el desván, con el polvo flotando en el aire. Los días siguientes, Carlos y su madre volvieron, y la casa recuperó su rutina: pescas, barbacoas y risas en el porche. Pero yo me quedaba callado a veces, notando la mirada ocasional de Manuel, que compartía conmigo un secreto que nadie más entendía, mientras la vida familiar seguía su curso.