1. Gracias a mi obsceno tanga, follé a una guarra en una cala


    Fecha: 19/02/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: zorro_en_celo, Fuente: CuentoRelatos

    Aquella mañana, a primera hora, cuando abrían las tiendas me dirigí a la sex-shop por la cual había pasado millones de veces por múltiples circunstancias y me adentré en el local.
    
    Era algo pequeño, pero bastante abastecido y colmado de productos eróticos. Inquirí a la madurita dependienta por los tangas de hombre y constaté que había unos cuantos, y de entrada seleccioné un muestrario de siete, para al final, elegir solo uno. Fui probando los elegidos en un probador atendiendo al diseño, color y calidad, pero, sobre todo, que le diese morbo a una mujer. Me alejé de los clásicos colores y de los horteras de antaño, para elegir uno que fuera sexy, morboso y tentador y al final preferí uno azul que se salía del clásico color y de la clásica forma. Fui a probármelo y vestirlo en el probador y llamé a la vendedora para provocar una primera sensación.
    
    —¡señorita, por favor!, ¿puede venir un momento? —exclamé.
    
    Quería ver la cara que pondría al ver mi depravado, lujurioso y libidinoso tanga sexy y escuchar lo que me dijese.
    
    —¡un segundo! —gritó ella.
    
    Ya estaba mentalmente preparado para oír algo que me gustara.
    
    —¿qué quiere? —dijo ella.
    
    —¿qué le parece como me queda el tanga? —expresé yo.
    
    La dependienta, al verme con el tanga, no sabía lo que decirme y se quedó un poco cohibida y ruborizada y observó:
    
    —... si... si... ¡uf!, estas muy bien, tío... —farfulló— ... es... es muy... si, si, sexy y tentador —tartajeó.
    
    Y se fue. Cerré la cortina del probador ...
    ... y me reí un poco al comprobar y advertir que se había puesto un poco cachonda y estaba algo azorada, sonrojada y ruborizada. Me vestí, pagué la prenda y dejé atrás el sex-shop. Enfilé y encaminé mis pasos al apartamento, para ya ponerme el depravado tanga y ver el efecto que hiciera en una lasciva y libidinosa hembra en celo con concupiscentes ganas de rabo. Guiaba y dirigía mis pasos por el paseo, ya que así iba viendo a las hembras macizas y sexys de la playa y me servía para regresar ambientado y cachondón a la cala en cuestión.
    
    Llegué, efectivamente salido y caliente, no solo por la temperatura climática sino también por la de mi cuerpo, porque había contemplado y admirado muchas tías buenas en el caminar cerca de la playa y ahora era el momento de encontrar por lo menos a una en la calita. Me ajusté bien el tanga, que era una talla menos, que parecía que los cojones fueran a explotar dentro del tanga y el rabo, que parecía más grande, me acomodé una camisa de manga corta, pero sin abotonar, me acoplé un pantalón deportivo, calcé un par de sandalias, la toalla, tomé mis gafas de sol y marché enfilando la calita.
    
    Retomé el mismo camino de antes y contemplar y admirar a muchas tías buenas de la playa. Orienté mis postreros pasos a la calita y ya iba con la calentura corporal necesaria y el morbo incorporado para entrar a la primera tía que me gustase. Ya estaba enderezando los últimos metros y solo vi a una que tomaba el sol, desnuda y que tenía un culo petable y ...
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