1. Fernanda va al colegio


    Fecha: 21/02/2019, Categorías: Masturbación Autor: FernandaAbril, Fuente: CuentoRelatos

    ... por mí, yo sostenía sus libros y su chamarra. Fue mi protector, mi padrote, como decían todos.
    
    Por eso me sentí orgullosa de premiar a mi guerrero cuando lo masturbé con mi boca. Fue en un autobús semi vacío, una tarde de verano de regreso a casa, cuando puse mis labios púberes en la roja ciruela que salía de su prepucio. Fue sorpresivo pero emocionante sentir en mi garganta, el cañonazo de pólvora blanca, caliente y cremosa. Beber su leche de hombre fue mi demostración de amor. Y lo hice cuantas veces pude: en el baño, en el gimnasio, en la biblioteca, en el salón de clases vacío y, claro, en su cama, cuando me quedaba en su casa a estudiar y preparar los exámenes finales. Fue mi primera adicción
    
    -Te amo Dani-. Le decía mientras lavaba su pene con mi boca.
    
    -Mamas bien rico, Fer, La neta si pareces vieja-. Respondía jadeando.
    
    -Soy tu vieja, ¿no? -Le decía coqueta, amenazando con morderle su verga si lo negaba.
    
    -Sí, sí, no me vayas a morder méndigo-. Y se reía.
    
    Yo sonreía pícara y lamia el semen que escurría de mis labios.
    
    Mi felicidad no duró todo el curso. Lloré mucho al recordar el día que me dejó y abandonó la escuela. Quizá fue por la situación de desintegración que vivía en su casa. Yo lo notaba raro pero esa mañana lo vi pálido y nervioso. Estaba sarcástico con los profesores, tanto que, a la profesora de inglés, una mujer blanca treintañera, le preguntó en plena clase, con sonrisa fingidamente inocente: Oiga ticher: ¿cuántas veces a la semana tiene ...
    ... sexo con su esposo?
    
    ¡Qué atrevido!
    
    Y para rematar, cuando llegó el prefecto y le advirtió que había cometido una falta al reglamento, le dijo con desfachatez: Métase el reglamento por donde le quepa.
    
    Dictó su propia sentencia. Seguro le importaba un pito la escuela y yo también. Le supliqué que pidiera disculpas y, angustiado, les rogué a los profesores que lo perdonaran. El me miró con desprecio: quizá esperaba que hiciera lo mismo que él Luego tomó sus libros y abandonó el salón. No sirvieron mis lágrimas. Lo seguí hasta la puerta y para rematarme dijo con dureza: Búscate otro padrote, puto. Y lo vi alejarse a través de mi llanto.
    
    E hice lo que me dijo.
    
    Al verme desprotegido volvieron las burlas y abusos, pero vinieron otros vengadores a mi rescate. Claro, todos porque, mi papel de princesa les provocaba morbo y vieron en mí un desahogo fácil a su calentura juvenil.
    
    Primero fue Javier, luego Raúl y luego Valente
    
    Javier de 19 años era delgado, nariz recta, pelo lacio, buen orador y líder entre sus amigos. El me sedujo en un autobús con propuestas indecorosas directas: "quiero cogerte, cabrón" y lo consiguió al tercer intento sin importarle mis lágrimas de vergüenza.
    
    Raúl era veinteañero, robusto, medio filósofo y fantasioso. Me llevó con engaños a un bosquecito, donde con adulaciones despertó mi vanidad y le mostré mi desnudez porque no dejaba de repetir: "qué bonito eres Fer" “que bonito eres” mientras me acariciaba las nalgas y me besaba. Al pie de ...