1. La vecina madura de mi abuela


    Fecha: 06/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Sconvix, Fuente: CuentoRelatos

    Comenzar a escribir este relato ha representado para mí todo un reto, y digo un reto pues con él demuestro abiertamente que he sido infiel a una persona a la cual quiero mucho, mas, por otra parte, este acontecimiento ha marcado un antes y un después en mis experiencias sexuales y no podía conservarlo en mi memoria sin más; así pues he decidido compartirlo con vosotros por su morbosidad (al menos la que representó para mí) y que el tiempo sea mi juez.
    
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    Mi abuelo, que en paz descanse, fue un ciudadano bastante acaudalado gracias a sus negocios inmobiliarios; para mí desgracia mi padre era, de los cuatro hermanos, el más marginado. Sus otros hermanos siempre obtuvieron el apoyo de mi abuelo, sin embargo mi padre jamás fue visto con buenos ojos por más años que pasaron; y ni siquiera yo, heredero de su nombre y forma de ser, tuve el más mínimo hueco en su corazón. Siempre he desconocido los motivos, el silencio de mis padres ha sido sepulcral en todo momento, así pues los contactos con mis abuelos paternos han sido pocos, tan escasos que podrían contarse con los dedos de una mano.
    
    Pero algo cambió. Pocos meses tras la muerte de mi abuelo, su mujer (es decir mi abuela) tomó más contacto con esta cuarta parte de la familia. A pesar de ello mi padre y mi madre siempre renegaron de tomar contacto nuevamente, y yo, por supuesto, debía hacer lo mismo.
    
    En fin, yo había pasado muchos años sin ver a mi abuela, incluso no le hice demasiado caso durante ...
    ... el velatorio y el entierro, fue todo hipocresía. Por lo que se ve mi abuela había decidido preocuparse por su nieto, de igual nombre al que fuese su marido y con sus mismas ideas, pensamientos, forma de ser, etc. En mi cumpleaños tuvo la osadía de llamarme por teléfono e incluso enviarme algo por correo. No se personó con aquel increíble regalo (que prefiero omitir aquí), pero al menos tuvo el detalle.
    
    Creo que transcurrieron un par de meses más hasta que mi mente comenzó a maquinar un plan: si se encariñaba conmigo quizá podría conseguir que parte de la herencia, el día de mañana, fuese a parar a mis bolsillos o a los de mi padre. A tal fin decidí aprovechar la semana de vacaciones como motivo de la feria de la ciudad para ir a visitarla en su suntuosa casa de la costa que yo recordaba vagamente. Es una casa de tres plantas, un desván, garaje, una piscina con césped alrededor... y todo ello bordeado por muros de setos verdes. Junto a la casa había otra más formando así una manzana perfectamente rectangular.
    
    Evidentemente mi abuela no vivía sola, tenía una criada peruana que limpiaba, cocinaba, etc. Cuando llegué a la casa con idea de pasar esos pocos días de verano con ella vi que todo seguía igual, excepto por la presencia de mayor número de coches alemanes en la cochera junto a la entrada. Las mismas rejas negras, las mismas hamacas, las mismas sombrillas y la misma criada (un poco más vieja, eso sí).
    
    Una vez crucé el umbral del patio, me disponía a avanzar por el ...
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