1. La vecina madura de mi abuela


    Fecha: 06/03/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Sconvix, Fuente: CuentoRelatos

    ... después fue a encontrarse con mi miembro. Así que los movimientos se hicieron más rápidos y alargados mientras que yo intentaba aferrarme lo mejor posible a aquel sofá para no caer sin fuerzas y así estropear la escena. Me besaba allí donde pillaba a la vez que continuaban con sus movimientos que emulaban la penetración. Yo intentaba alzar mi pelvis por encima del nivel del sofá demostrando así cuánto estaba gustándome aquello.
    
    Ya totalmente mojados, con su líquido derramado por todo mi miembro y más abajo, sus movimientos se volvieron un tanto más lentos pero duros. Sus gemidos se pronunciaron aún más y yo los acompañé sin querer. Pronto llegaría la segunda eyaculación y de hecho así fue. En una acometida más, casi dolorosa e impregnada de todo líquido, volví a dejar escapar inmensas cantidades de semen. Pero la cosa no acabó a ahí, a pesar de mi grito de finalización, ella frotó y frotó expandiendo el maravilloso líquido aún más, manchándose las bragas si más cabría aún y gimiendo como una loca. Yo ya estaba prácticamente muerto pero por suerte terminó de forma inminente, dejando escapar un grito del más rico de los placeres y abrazándose a mí con tal ferocidad que llegó incluso a arañar mi espalda.
    
    Fui al baño y me aseé lo mejor que pude. Ella me aconsejó que fuese a su habitación, arriba. Subí de manera casi inconsciente, sin tener muy claro lo que ocurriría a continuación. Al tiempo ella subió, totalmente desnuda, permitiéndome ver ahora su sexo, inundado del pelo ...
    ... más oscuro, rizado y bello que jamás pueda imaginarse.
    
    Su habitación era digna de la niña más mimosa y joven. Toda de rosa y blanco exquisitamente combinados; casi podría decirse que era la habitación de la Barbie. Su cama era grande, con columnas enroscadas de color blanco que subían hasta una parte superior (no sé cómo se llaman) de telas rosas y bordados blancos. De dicha zona caía una tela fina y blanca que permitía ver el interior.
    
    Ella se introdujo tras aquellas cataratas de tela blanca sedosa y se tumbó justo en el centro de la cama. A continuación se abrió totalmente de piernas dejándome que me deleitase nuevamente viendo aquello que en el taxi había tocado y que tanto placer me había ofrecido hasta ahora. Con un gesto de su dedo me invitó a pasar. Imitando a un gatito fui a cuatro patas por su gran cama hasta donde se encontraba ella. Bruscamente tomó mi cabeza y la hundió en su peludo sexo, hecho que agradecí comiendo como mejor sabía: introduciendo mi lengua, expandiendo mis labios para abarcar el mayor terreno posible, besando cada centímetro de piel...
    
    Me acariciaba la cabeza mientras gemía dolorosamente. No interrumpí mi marcha y seguí disfrutando de aquel manjar del cual yo era digno en aquel instante. Algunos pelos se desprendían sobre la suntuosa cama, otros se enredaban y se esparcía por mi rostro, pero no por ello cesaba en mi empeño. Su sexo era mío. Mis lametones recorrían los bordes, luego introducía la lengua, acto seguido entraban en juego los ...