1. ¡Que gusto me da mamá!


    Fecha: 17/08/2017, Categorías: Incesto Autor: Pfasensio, Fuente: CuentoRelatos

    El médico me había recetado una tanda de inyecciones para los nervios, ya que me estaban destrozando a mis 40 años, de los cuales llevaba 18 casada. Como mi hijo Rosendo se cuidaba del botiquín de su club, donde ponía inyecciones a sus compañeros, pensé en aprovechar esta habilidad suya. Era un chico muy responsable y sensato, a pesar de que sólo contaba 18 años.
    
    Recuerdo que la primera me la puso estando yo de pie. Me arremangué la falda y le mostré mi nalga derecha. Rosendo se agachó, y me corrió la pernera de las bragas hacia el centro del trasero… Sentí un escalofrío bajo los efectos de este roce, que se renovó al desinfectarme con alcohol la zona donde iba a pinchar.
    
    Cuando esperaba sentir la incisión, advertí la frotación del algodón y el frío del alcohol. Mi hijo me dio una palmada y añadió:
    
    -Lista.
    
    No pude por menos que comentar la habilidad de Rosendo cuando vi a mi marido por la noche. Por cierto, alternaba cada día el lugar del pinchazo, saltando de una nalga a otra. Siempre desplazando la pernera de turno. Sin sabérmelo explicar, como una especie de morbosidad, algo me corría por encima de la piel.
    
    Un día, sabiendo que iba a estar todo el día fuera de casa, le pedí que me pusiera la inyección antes de irse. Mi marido estaba en el trabajo. Preparó todo, yo retiré las sábanas y me quedé boca abajo. Pronto noté que él subía mi camisón para descubrir mi trasero. Pero, debido que al aplicarme el algodón, se escurrió algo de líquido sobre una de mis ...
    ... cachas, lo secó con unas de sus manos.
    
    -Perdóname por esta torpeza - se disculpó -. Temí que pudiera caerte en una zona del cuerpo donde escuece mucho.
    
    A la mañana siguiente también me pinchó en la cama. Antes le di unos de mis paños para que secara el líquido que se pudiera espaciar. Se ve que lo enrolló y me la puso justo en la raya que separa las nalgas. Sin embargo, la mayor parte la colocó hacia dentro, con lo que tocó la parte inferior de mis grandes labios.
    
    Esto me obligó a sentir algo más que el cotidiano escalofrío. Mientras desinfectaba el lugar y todo lo demás, la tela se me clavaba de tal manera que me produjo un orgasmo. Este era placer del que me había olvidado debido a la impotencia de mi marido.
    
    En la siguiente sesión, el paño me causó un mayor efecto. Creo que lo había doblado con más fuerza. Llegó a parecerme que él me acariciaba una de las nalgas con su mano derecha. El asunto fue que obtuve dos orgasmos impresionantes. Se me escaparon unos gemidos de la boca.
    
    -¿Te he hecho daño, mamá? - me preguntó mi hijo, alarmado.
    
    -No. Es que me siento algo incómoda en esta postura – le mentí.
    
    Los orgasmos se acabaron al finalizar la tanda de inyecciones. Luego, pasé una temporada muy nerviosa, por culpa a que me había acostumbrado a ese placer que sentía al lado de mi hijo. Quizá fuesen unas caricias ingenuas, pero yo las necesitaba.
    
    Entonces se me ocurrió algo nuevo. Le dije que si me podía mirar el ano, pues creía que me habían salido hemorroides ...
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