1. ¡Que gusto me da mamá!


    Fecha: 17/08/2017, Categorías: Incesto Autor: Pfasensio, Fuente: CuentoRelatos

    ... que su padre no sabía localizar.
    
    Entramos en el dormitorio, me desnudé y sólo me dejé una cortita combinación. Luego, me despoje de las bragas. Me coloqué de rodillas en la cama, en el mismo borde, y le mostré todo el pompis. Le vi marcharse un momento, al parecer con la intención de lavarse las manos. Regresó muy pronto.
    
    Mientras me inspeccionaba el trasero, sentí que sus dedos me separaban un poco las nalgas. Para facilitarle la visión de la zona, agaché la cabeza sobre la colcha y elevé las cachas. Repentinamente, advertí que uno de los dedos había llegado hasta la entrada de mi recto.
    
    -Ahí es donde me duele un poco - dije, fingiendo las naturales molestias.
    
    -Lo malo es si te escarbo un poco, quizá se te infeste.
    
    Se marchó a la cocina en busca de unos guantes de goma. Desinfectó uno de ellos con alcohol y, luego, lo secó muy bien para que no me escociera. Se cubrió la mano derecha y volvió a hurgarme el ano. Con el dedo medio masajeó la entrada del recto; mientras, me preguntaba:
    
    -¿Te hago daño?
    
    -No
    
    Al escuchar mi negativa, inició un movimiento de rotación, iba penetrando lentamente. Produciéndome un placer jamás conocido. Debido a que volvió a escucharme gemir, me preguntó:
    
    -¿Te está doliendo?
    
    -No… ¡Pero, sigue, sigue… Si supieras el alivio que me estás proporcionando!
    
    En el momento que me di cuenta de su dedo había entrado por completo, le supliqué:
    
    -¡Muévelo de afuera hacia dentro! ¡Ese masaje me va perfectamente!
    
    De esta manera ...
    ... me estuvo ayudando; al mismo tiempo, con mi mano derecha, sin que se diera cuenta, me iba masajeando los labios del sexo y el clítoris. No me detuve hasta que obtuve varios orgasmos.
    
    -Ya está bien por hoy, Rosendo.
    
    Días más tarde, aprovechando que volvíamos a encontrarnos solos, le dije con un tono algo dolorido:
    
    -Hijo, me está doliendo en el mismo sitio.
    
    -Creo que debes ir a un médico, mamá.
    
    -Si se me pasa en seguida con un masaje en el recto. ¿No recuerdas lo bien me fue la otra vez?
    
    Sin quererme contrariar, aunque repitió lo del médico, se puso el guante de goma, después de desinfectarlo. Luego, yo me apliqué un poco de pomada lubricante. Mi hijo tuvo que apuntar, para que ya le entrase hasta el fondo.
    
    Aquellos masajes, unido a las caricias que yo misma me estaba aplicando, me proporcionaron tales orgasmos, que terminaron por despertar en mí un desaforado apetito sexual. Y con mi marido no podía pensar en conseguir satisfacerme.
    
    Una tarde veraniega, antes de irme a dormir la siesta, le pedí a Rosendo que me dedicara una de sus fricciones, ya que me dolía mucho. Mi habitación se encontraba con las ventanas echadas, para impedir el castigo de los rayos del sol.
    
    Y en medio de aquella semioscuridad, le dije que comenzara a masajearme. En seguida empecé a sentir cómo su dedo hurgaba en la entrada de mi ano. Pero, me pareció que se entretenía demasiado en acariciarme. Esto aumentó mi placer.
    
    Estaba notando que su mano izquierda, sin dejar de jugar en ...