Ari: Prisionero de Mi Piel I
Fecha: 27/09/2025,
Categorías:
Transexuales
Tus Relatos
Autor: EntreLineas, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... no encajar.
A los doce años, los médicos me dieron una explicación que cambió la forma en que me miraba al espejo: diagnosticaron que mi cuerpo no producía la testosterona suficiente, y que, en cambio, tenía un exceso de estrógenos. Era la razón porque mis rasgos eran tan delicados, caderas anchas, y pequeños senos como los de una señorita.
Por falta de dinero no pudimos corregir ese déficit de testosterona, a esa edad no entendía realmente lo que pasaba con mi cuerpo.
Yo no me veía como un “niño raro”, simplemente era yo. En ese entonces no pensaba en hombres ni en mujeres; me repetía que era un hombre, como cualquier otro, aunque en mi interior latiera una voz suave, femenina, que me hacía soñar con ser alguien distinto. Nunca me consideré gay, ni siquiera entendía lo que eso significaba con claridad. Lo único que sabía era que lo que sentía debía guardarlo como un secreto, porque en mi inocencia temía que el mundo me rechazara si alguna vez llegaba a descubrirlo.
Empecé a desarrollar un gusto por las prendas de mujer. Al principio fue solo curiosidad: tocar las telas suaves del armario de mi madre, acariciar un vestido como si ese roce pudiera calmar algo dentro de mí. Después, la tentación se volvió irresistible. Cada vez que me quedaba solo en casa, buscaba entre las prendas femeninas, me probaba alguna blusa, me miraba al espejo con el corazón latiendo a toda prisa. Había miedo, sí, pero también una dulzura inexplicable en verme así.
Con el tiempo, ...
... aquella curiosidad se transformó en hábito. En secreto, comencé a desear cada vez más ese reflejo, como si esas prendas me acercaran a la verdadera versión de mí mismo.
Aprendí a vivir con esa doble vida: el niño obediente, sumiso, tímido, que se sonrojaba por cualquier cosa, que bajaba la mirada para que nadie notara el rubor que me delataba; y la voz callada en mi interior que susurraba que tal vez yo nunca había sido un niño del todo.
Mi vida a los 25 años parecía tranquila, casi rutinaria. Pasaba la mayor parte del día frente a la computadora, trabajando como contador desde casa. Los números eran fríos, exactos, y en su silencio encontraba una especie de refugio. Allí no había juicios, ni miradas que me incomodaran, solo operaciones que siempre tenían una respuesta correcta.
Vivía con mi madre, que a pesar de los años seguía siendo mi apoyo incondicional. Ella salía a trabajar cada mañana, y yo la despedía con un beso tímido en la mejilla. Cuando estaba sola en casa, podía ser yo, al menos por un instante. Tenía una mejor amiga Cami. Tenía 20 años, era alegre, extrovertida, y siempre decía que yo era “más tierno que cualquiera de sus amigas”. Sus palabras me sonrojaban.
En mi interior, esa doble vida se mantenía en equilibrio: Ari el contador, obediente y tímido, y Ari la mujer escondida, que encontraba placer en las telas suaves, en la lencería delicada, en la fantasía de un reflejo distinto en el espejo. Cada vez que me probaba alguna prenda femenina, mi corazón ...