-
Don Chente III. El Viejo Mecánico.
Fecha: 18/10/2025, Categorías: Sexo con Maduras Tus Relatos Autor: Jessi696, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
"La Visita Nocturna" Si ya han leído mis confesiones anteriores, saben que mi debilidad son los hombres maduros. Y si no las conocen, se las recomiendo. No es solo una preferencia; es una obsesión que me recorre las venas. Si eres un hombre con experiencia, ojalá el destino nos cruce algún día en una circunstancia tan deliciosa como esta. Pronto tendrán mis redes para más intimidad. Como les decía, los chicos de mi edad no logran captar mi atención. Sus intentos de seducción se ahogan en la indiferencia. Pero con un hombre maduro... es instantáneo. Con solo una mirada suya, un roce casual, siento cómo la humedad empapa mi interior. Esta vez, les traigo otro encuentro con Don Chente. Una semana había pasado desde nuestra última vez, cuando llegó borracho y yo, hambrienta de su madurez, lo recibí en la madrugada. Tras mi ruptura, él se había convertido en mi refugio prohibido, y no me arrepentía de nada. Deseaba verlo de nuevo, pero la ansiedad me corroía: ¿Recordaría sucedido? Aun si no era así, sabía que no se negaría. Decidí que iría. Ya conocía el camino, sabía que la puerta de su cuarto no tenía seguro. A las nueve de la noche, solo de pensarlo, ya estaba mojada. Esta vez él estaría sobrio. Quería verme irresistible, que no pudiera resistirse a tomarme, a jalar mi cintura y a besarme todo el cuerpo. Anhelaba su boca en mis tetas, sus labios descendiendo hasta mi conchita. Después de bañarme, a eso de las once, mi familia dormía. Me maquillé con cuidado, solté mi ...
... cabello y me puse mi lencería roja: un bra y una tanguita de encaje que sabía que destacarían en la penumbra. Medias rojas y tacones completaban el conjunto, pero los zapatos serían un estorbo para la huida silenciosa. Opté por la prudencia: me puse una falda negra corta y una blusa blanca de vestir, dejando un par de botones estratégicamente desabrochados. Metí las medias y los tacones en una bolsa, junto con una toalla, un peine y mi perfume. Antes de salir, me perfumé bien y me peiné. A la 1:30 de la madrugada, la ansiedad era un fuego interno. Para calmarme, me envolví en una manta y encendí la televisión. Cuando revisé la hora de nuevo, eran las 2:25. Mi corazón se aceleró. Tomé mi bolsa, me asomé por las ventanas y, al confirmar que no había movimiento, abrí la puerta y la reja con la sigilosa lentitud de una sombra. Los menos de veinte pasos hasta su casa los recorrí conteniendo la respiración. Me deslicé por la abolladura en su reja, como una gata, y entré. Su habitación estaba vacía y a oscuras. Lo divisé a través de la ventana de la sala, dormido en su hamaca. La puerta estaba cerrada, pero tras varios intentos, logré abrirla desde fuera al encontrar una palanquita en la cerradura. Allí estaba: Don Chente, dormido, sin camisa, con un short negro que no podía ocultar el prometedor bulto que se insinuaba. Mi corazón latía desbocado. Me aseguré de que estuviéramos solos y entonces, en el silencio, me preparé para él. Me senté en su sillón rojo, me puse las medias, los ...