1. Vicky


    Fecha: 20/03/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... del club, ¡La torta! pensé para mi interior, pero ellos se sentaron en una mesa, Mary incluída y con señas me saludaron cordialmente, los muchachos también hicieron señas de aprobación, por cierto que Mary los secundó haciendo señales con las manos y expresiones de complicidad, yo no tenía muy claro lo que sentía, una parte de mí se quería reír, otra vanagloriarse y otra salir corriendo, la que ganó, ya que pedí la cuenta y dije:
    
    - Bueno, vamos a otra parte, ¿Te gustaría..., o prefieres que te lleve a tu casa? - ¿Qué, te molesto, no estás bien conmigo que ya tan temprano me quieres llevar? - Yo no dije que quería llevarte, yo te pregunté si tú querías que te llevase, si no quieres, dices ¡No a mi casa no, quiero ir a....! y vamos a donde te provoque.
    
    Aún hoy en día sigo cayendo en discusiones estúpidas con mujeres que afirman que he dicho lo que no he dicho, sólo que ahora, en cuanto me lo hacen, dejo de verlas. Es que las inscripciones en la escuela de ruso estaban agotadas cuando nací y visto que lo hablo muy mal, en cuanto descubro que no entienden lo que digo, opto por no estorbar, ni permitir que me joroben. En aquel entonces me enfrascaba en largas y agotadoras sesiones de intento de entendimiento y explicaciones que me revolvían la bilis, sólo para descubrir que en lugar de haber aclarado el punto inicial, ahora había muchos más puntos que desenredar, cosa que termina por dejar malos ratos y peor sabor de boca.
    
    Naturalmente, en ese entonces, lo único que yo ...
    ... veía era que ella estaba requetebuena y se la quería pasar conmigo, y pa´ que más. Así que salimos de El León, nos paramos en una frutería que había por Las Mercedes, compramos un sixpack de Cardenal, una cerveza bien buena que ya no existe, y nos pusimos a pasear y tomar.
    
    Cuando abríamos las dos últimas latas, dijo ella,
    
    - Vamos para tu casa y luego, luego, más tardecito me llevas para la mía.
    
    Puse rumbo a La Candelaria, aumenté la velocidad todo lo que me pareció prudente hacerlo, no fuera a resultar tan evidente que me encontraba poco menos que desesperado por llegar, ella por su parte, comenzó por aflojar mi correa, abrir el cierre de mis pantalones y meter ambas manos dentro de ellos, sorpresa, acababa de descubrir que no llevaba ropa interior, ni contar que luego de estacionar, trancar y amarrar la moto, subir en el ascensor los quince pisos hasta el departamento fue un interminable viaje adobado por besos y manoseos desenfrenados, abrir la puerta resultó una proeza casi imposible, me faltaban manos para sujetar las llaves, ojos para ver donde meterlas y concentración para saber qué hacer con ellas, a duras penas entramos y, tras cerrar la puerta, nos dejamos caer al piso, ahí, en el pasillo de entrada, dimos ambos un festín a nuestras bocas, por segunda vez, aquello fue puro, lamer, besar, chupar, succionar, acariciar, en el pasillo, en la alfombra, en la ducha, en la cama, sólo piel con piel, boca con piel, lengua con piel hasta quedar agotados.
    
    Me desperté ...
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