Mi hermana Julia - 6 -
Fecha: 21/03/2019,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... Tener a mis padres todo el día en casa no era lo más ideal para poder acceder nuevamente al tentador cuerpo de mi hermana. En realidad: era una soberana putada. El deseo sexual empezaba a dominarme por completo. No lo podía remediar. Me acordé de la metáfora del imán que Julia usó para hacer referencia a su dependencia del sexo, en sus inicios. La tarde del sábado la pasamos cada uno por su lado, como de costumbre. A la hora convenida, más o menos, todos en casa; cena y a dormir. El domingo transcurría, como había supuesto: de un anodino que te cagas. Nada; absolutamente nada. La mañana más aburrida que recuerdo. Pero aun siendo domingo, mi astucia pudo conseguir una pequeña alegría. Ni por asomo tan intensa en emociones y novedades como la del día anterior, pero excitante y morbosa como ninguna otra. Después de pasar la mañana en familia y sin ningún acontecimiento que resaltar, sobre las dos de la tarde mi madre nos llamó a la mesa. Yo había estado ayudándola a poner los cubiertos y las servilletas, y en un momento aparecieron mi padre y Julia. Nos sentamos a comer como cada día de fiesta. Julia acababa de bajar de su cuarto. Seguro que había estado escuchando música o entreteniéndose con algún libro. Normalmente no salía los domingos por la mañana; lo hacía más bien al atardecer, para encontrarse con Manolo -su “amorcito”-, que, a mi entender, lucía los cuernos más curiosos que nunca antes hubiesen adornado frente humana: que yo supiese, ninguna chica se la pegaría a su ...
... novio con su propio hermano. Empezamos a comer y la charla versó sobre varios acontecimientos domésticos de la semana pasada y sobre el nuevo coche que se había comprado el tío Pablo. Aquella charla era realmente aburrida, y tanto Julia como yo interveníamos más bien poco en la conversación. Que si era muy bonito ese coche; que si el de los vecinos era más modesto, pero más acorde con su nivel de vida; que a saber de dónde sacarían el dinero; que si mi tía Luisa trabajaba como una esclava para poder lucirlo, y bla, bla, bla…. Giré la cabeza a mi derecha y allí estaba Julia, igual de callada que yo y con el mismo semblante de aburrimiento y asqueo por el temita. A Julia no le iba nada el cotilleo; y mucho menos los familiares. Al llevarse el tenedor a la boca unos granos de arroz de la paella cayeron sobre su blusa y luego a su regazo. - ¡Vaya!, ¡Maldita sea!, -exclamó con enfado-. Seguro que me he puesto la blusa hecha una pena. - Parece mentira que no puedas acabar una comida sin mancharte, Julia, -le recriminó nuestra madre-. Siempre igual; ¡voy a tener que ponerte un baberito! ¿En qué estarías pensando? ¡Abre bien la boca y piensa en lo que haces! Estás comiendo. Yo miré hacia abajo mientras mi hermana se limpiaba la falda utilizando la servilleta. Tuvo que apartarse un poco de la mesa y en el movimiento que efectuó con la servilleta vi que el borde de la falda se deslizaba unos centímetros por encima de sus rodillas. Hermosas rodillas las que tiene mi hermanita, -pensé-. ...