1. Confesiones entre una madre y su hijo


    Fecha: 27/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Crusnik, Fuente: CuentoRelatos

    Mi madre y yo hemos decidido escribir nuestros sentimientos para entender nuestra relación desde el otro punto de vista.
    
    IVÁN:
    
    Lo que siempre me llamó la atención con respecto a mi madre fue la pulcritud y elegancia en su vestir: Sus trajes elegantes y formales para ir a la oficina acompañados de tacones, su collar de perlas, su brazalete, reloj y aretes pequeños. No fue hasta que un fin de semana me percaté de su cuerpo cuando limpiaba la casa usando leggins entallados con diseños de figuras fosforescentes que dejaba poco a la imaginación: podía apreciar las curvas de sus caderas, la raya de su perfecto trasero e incluso el pie de camello. ¡Me quedé embobado!
    
    A sus 43 años era una mujer hermosa, con solo alguna que otra cana en su cabello largo y algo ondulado de color castaño oscuro, el cual lleva atado en una media cola en la parte superior y el resto cayendo libremente, de tez clara y algo amarilla (por tener ancestros japoneses), ojos rasgados de color marrón claro, los cuales cubre con unos lentes de carey, de estatura pequeña con un cuerpo proporcionado y voluptuoso para su talla, presentando algunas pecas alrededor del nacimiento de sus tetas.
    
    Con el paso de los años he entablado una relación de confianza con mi madre, que a veces confundo con amor. Hasta entrada la adolescencia buscaba motivos para dormir juntos o bañarnos en la misma tina. A pesar de mi complejo edípico conseguí una enamorada (una relación de solo un año). La quien llevé a mi casa ...
    ... para presentar a mis padres y mi hermana -un año mayor que yo- dándome la impresión, en algunas ocasiones, celos de mi madre.
    
    CARMEN:
    
    Desde siempre había sido mi niño y disfruto compartir todos los momentos. Pero durante su adolescencia me di cuenta de sus acercamientos y tocamientos. Luego que dejé de bañarme con él, observé que me observaba por la mirilla de la puerta al bañarme.
    
    Un día pude ver a través de su puerta que se había llevado una de mis tangas sucias de la lavandería y la estaba oliendo y luego masturbándose. Cosas de la adolescencia pensé hasta que oí: ¡Así, mami! ¡Toma leche mamá!” Esto ya sobrepasaba del autodescubrimiento sexual de los típicos adolescentes.
    
    Cuando cumplió 16 años trajo a una chica a casa, la presentó como su enamorada cuyo nombre es Rosa Angélica. No pude evitar sentir celos. Más alta que yo, piel ligeramente tostada, cabello y ojos negros azabache, su cuerpo firme y tetas grandes. A sus 16 años estaba en la flor de su vida, mientras que yo, a mis 43 años, empezaba la menopausia. Un día llegué a casa temprano y oí ruidos, me asomé a la puerta del cuarto de mi cuarto y lo descubrí por el ojo de la cerradura haciéndole el amor: la chica gemía mientras lo cabalgaba, él la asía de la cadera ayudándola a subir y bajar, sus pechos botaban como gotas de agua. En un momento cambiaron de posición y pude ver del gran tamaño del pene de mi hijo. Eso me excitó: Oír el gemido de ambos y los sonidos de chapoteos y el olor a sudor y fluidos que ...
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