1. Siempre Lulú


    Fecha: 27/03/2019, Categorías: Incesto Autor: Mamaceando, Fuente: CuentoRelatos

    Hola, me llamo Julio tengo 47 años y lo que voy a contarles es lo más maravilloso que me paso en la vida.
    
    Durante años pase horas mirando a la mejor amiga de mi hija, tanto Laura mi hija, como Lulú eran inseparable fueron al colegio juntas y pasaban las tardes jugando en casa, pues los padres de Lulú vivían en guerra. Su padre alcohólico y su madre trabajaba incansable para sacar adelante el hogar. Pues así pasaron de la niñez a la adolescencia y Lulú se volvía cada vez más hermosa, comenzaron a crecerle los pechos y para la preparatoria, tenía un culo que matarías por tocarlo. Aunque no es demasiado alta, 1.60 cm de altura es realmente atractiva y sus facciones finas, sus ojos verdes y su cara de niña perpetua, la vuelven una Lolita hermosa. Yo, la verdad es que fantaseaba con ella. Pero no pasaba de eso, también conocí a varios de sus novios. Tanto de Lulú como de mi hija. Los de Lulú casi siempre pandilleros o adictos. Tal vez seguía el patrón de sus padres. Fue justo al entrar a la universidad, paso todo, el padre de Lulú las abandono y tuvieron que mudarse a otro barrio. Poco a poco fueron siendo más esporádicas las visitas de Lulú a casa. Se distanciaron a tal grado que dejaron de hablarse, yo nunca supe porque, y jamás le pregunté a mi hija. Pero sí lamentaba no ver ese culito paseándose en casa. Ni siquiera cuando Laura cumplió 18 vino a felicitarla. No hubo mensaje, ni llamada, nada.
    
    Así paso más de un año, me divorcie, cambie de trabajo y comencé a frecuentas ...
    ... casas de citas. Al principio, sólo me gustaba ir por una buena mamada. Pero como en todo, se le va encontrando el gusto. Y después de rodar por varios lugares encontré lo que buscaba. Una casona en el centro, ahí llegue por casualidad, me quedaba cerca del trabajo y cada que cobraba mi cheque asistía sin falta. En esta casa sólo encontrabas jovencitas, entre 18 a 21 años. Un paraíso para los viejos verdes como yo. Casi todas, pagaban sus estudios así, algunas otras madres solteras desde la adolescencia. Un día Doña Mari, la encargada del lugar me guiñó el ojo y me dijo:
    
    —Tengo justo lo que le gusta don Julio.
    
    —¿cómo sabe que me gusta?
    
    —Ja ja ja, lo conozco bien, le gustan las que tienen cara de mosca muerta. Tenga, cuarto 24, segundo piso, trátela bien, es su primer día. Y usted es su primer cliente.
    
    —¿De verdad?
    
    —Claro don Julio, se la aparté, sea cariñoso...
    
    Se alejó indicándome las escaleras para que subiera, cuando atuve frente a la habitación toque más por costumbre que por que fuera necesario.
    
    —Adelante —Me respondió una leve y tímida voz.
    
    Cuando entré la miré de espaldas, con una falda de colegiala, y un par de coletas. Unas nalgas hermosas y una cintura diminuta. La tomé por el hombro para verla de frente y entonces pasó.
    
    —¡Mierda! ¿Qué haces aquí?
    
    —Pero… ¡qué hace usted…! ¡No puede ser posible!
    
    —tranquila niña, que me marcho y aquí no pasó nada.
    
    —¡No! Espere... Es mi primer día, ya tuve dos clientes y me solté a llorar hasta que se ...
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