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Desvirgué al malandrito heterosexual – parte 2
Fecha: 30/03/2019, Categorías: Gays Autor: alej97, Fuente: SexoSinTabues
... decía que Raúl tenía experiencia porque no me molestó con los dientes ni un segundo y hacia movimientos que solo las mujeres (o su defecto, los maricos) sabían hacer. Así estuvo un rato, y su cara era de lujuria, de deseo, hasta que en un momento se lo metió tanto que casi se lo tragaba por completo. Yo feliz. Le sostenía la mandíbula mientras le ordenaba que abriera la boca, luego se lo metía rápidamente lo más que podía, hasta que le daban arcadas y lo volvía a sacar, para luego agárralo de los cabellos y darle cachetadas con el guebo, cosa que lo ponía más perrita y a mí, más sádico. Cuando se lo volví a meter en la boca, le puse una mano en la parte posterior de la cabeza y con la otra le tapaba la nariz, porque quería que de una u otra forma se ahogara, y cuando lo solté, soltó más saliva de lo normal. Luego de unos minutos, se comenzó a bajar el pantalón y ya yo daba por sentado que ese culo sería mío. Abrió la puerta del carro y se puso en cuatro en el asiento, dejando su culo de par en par, mostrándoselo a su nuevo dueño: yo. — Así es que me gustan a mí, zorritas-zorritas. —él solo sonrió. Raúl era trigueño, de piel blanca pero quemada por el sol. Así que sus partes intimas conservaban su blancura aun, cosa que me encantaba. Le di una nalgada doble y soltó un leve “Aj”, lo que me volvía loco. Después, mientras él seguía abriéndose el culo de par en par con sus dos manos, acerqué mi boca a la entrada de su culito y dejaba que sintiera un rato mi aliento, cosa que lo ...
... hacía medio retorcerse, porque notaba como un cosquilleo cuando lo hacía. Saqué mi lengua y aun sin tocarlo, se la pasé alrededor del orificio, haciéndolo soltar un mitad suspiro mitad gemido. Procedí a manosearle las dos nalgas mientras continuaba pasando mi lengua alrededor de su culito y sorpresivamente le di un mordisco fuerte en la nalga izquierda. Eso lo hizo retorcerse un poco. Seguidamente le quité las manos de sus nalgas, y lo apreté con las mías al tiempo que le daba un besito suave y con saliva en la entrada de ese culito lampiño. Soltó un gemido más fuerte. Yo no aguanté más y le comencé a chupar la entrada al cielo como si no hubiera mañana, haciendo así que hasta se encorvara, cosa que yo aplacaba dándole un leve golpe en la espalda, continuando con mi excavación profunda, llegando hasta donde podía. Después de unos minutos, ya no tenía pena de nada, porque gemía como si se le fuese la vida en ello. Antes de preguntarle si le gustaba, él, leyéndome el pensamiento, me respondió. — Me encanta, por favor no pares, en serio. — Ya no voy a parar —sentencié. Y cuando me disponía a seguir chupándole el culito, me soltó, casi desesperado, lo siguiente: — Ya no aguanto, de pana, métemelo —Me dio algo de risa, y aunque había escuchado, le pregunté, por morbo. — ¿Qué dijiste? — Que me lo metas, anda. — ¿Seguro? —inquirí. — Sí, sí, dale antes de que me arrepienta. — Después que te lo meta no te vas a arrepentir. — ¡Pero métemelo! Y cumpliendo sus órdenes, me ensalivé el ...