Atrapada en el engaño
Fecha: 07/04/2019,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Armonic, Fuente: CuentoRelatos
Me casé muy joven con el amor de mi vida, nos conocimos en el instituto del pueblo y desde aquel instante nuestras vidas quedaron unidas para siempre. Vivíamos felices en el pueblo, con el negocio familiar de piezas de coches. Hace medio año nos trasladamos a vivir a Madrid, la empresa iba tan bien que se había expandido a nivel nacional y mi marido se hizo cargo de ella. Era la vida que habíamos soñado y disfrutábamos a nuestros cuarenta años del fruto de todo nuestro esfuerzo. Además yo entré a trabajar en una oficina de administración de fincas, lo que mejoraba nuestro nivel de vida.
Poco a poco mi marido se fue cargando de trabajo, hasta el punto de pasar días fuera de casa, al principio todo seguía igual, me limitaba a trabajar y esperar a que llegara al casa; pero sus ausencias eran cada vez más largas. Congresos, cursos e formación y ferias de producto se hacían eternos para mi, pero se suponía que era por nuestro bien, o eso quería decirme a mi misma. Intentaba sobreponerme, por el día era sencillo, el clima de trabajo era estupendo y nos llevábamos muy bien, pero las noches se me hacían largas en la soledad de mi cama.
Empecé a pensar cada vez más en mi marido, imaginaba sus manos sobre mi cuerpo y me acariciaba simulando su presencia. Le encantaba cogerme con fuerza mis grandes pechos y retorcerme los pezones. Nunca antes había sentido la necesidad de masturbarme, pero ahora se había convertido en una necesidad, no había noche que mis dedos no entraran en ...
... mi vagina creyendo que era su miembro erecto y siempre acababa mi orgasmo pronunciando su nombre en plena excitación.
Con el tiempo nada era lo mismo que antes, ni mi marido. Se veía absorbido por el trabajo, agobiado, encerrado en sí mismo. Cada fin de semana íbamos a visitar a la familia y casi no teníamos tiempo para nosotros solos y eso estaba minando nuestro matrimonio. La soledad estaba acabando conmigo pero no quería cargar sobre él tristeza, aunque a veces tenía la sensación de que se daba cuenta.
Empecé a refugiarme en la oficina, en el trabajo y en el buen ambiente. Eran chicos y chicas jóvenes llenos de vida, yo era la mayor pero eso no parecía importar. Había un joven, Fernando, de unos veinte años, muy simpático, que me hacía reír constantemente, todas miraban para él. Todas las tardes al salir del trabajo, iban juntos a tomar unas cañas después del trabajo, decidí ir con ellos. Me animaban mucho y Fernando siempre estaba pendiente de que no estuviera triste.
Creí que nunca llegaría a esta situación, pero la oficina se estaba volviendo en una necesidad; no supe lo enganchada que estaba hasta que fue el nombre de Fernando el que pronuncié cuando llegué aquella noche al orgasmo. Me quedé helada. “¿Había sido un equivoco?”, mi mente sabía que no y los siguientes días empecé a fantasear con mi compañero de trabajo. Amaba a mi marido pero mis ojos ya no le veían.
La situación cambió a partir de aquel día y creo que aquel joven se dio cuenta, aunque yo ...