1. Prohibido culear a las alumnas


    Fecha: 20/04/2019, Categorías: Hetero Autor: Stregoika, Fuente: SexoSinTabues

    ... estuviera viendo. Me lanzó una mirada de gata y guiñó un ojo. Solo le faltó rugir. Cerró la puerta. ¿Qué iban a darme? ¿Iban a entrar las tres en batita transparente y bajo ella, la lencería más despampanante del mundo? No, no… si hacerlo en el colegio era imposible, eso estaba más que probado. Hubiera sido lo más rico, precisamente por eso, por lo difícil y lo prohibido, pero había resultado en verdad impensable. “Impensable” desde mi perspectiva de proyecto de adulto avinagrado, de docente responsable en que me estaba convirtiendo lentamente. Pero la enorme fortuna con que la vida me acicaló, era ilimitada. Mis tres amadas muchachitas estaban ahí para salvarme de ese aburrido destino. Así que, el hombre más afortunado de La Tierra, quien escribiere estas letras muchos años después, recibió como regalo del día del profesor, un elaborado plan de parte de sus amantes clandestinas para darme aquello que desde esa mágica noche me había hecho falta y que me estaba enloqueciendo. María José entró. Parecía querer actuar con indiferencia, como si fuera otra. - Buenos días profesor – dijo. Cogió una de las butacas del aula y la puso detrás de mí. - tenga la amabilidad de sentarse. Ante mi rostro de duda, la chica hizo un amable ademán de insistencia, señalando la butaca. “en verdad está loca” pensé. Pero me senté. En seguida entró Geraldine con una grabadora, de las del colegio, con sello del Monstari y toda la cosa. La conectó, se volvió hacia mí y me deseó un feliz día. - ...
    ... profesor, para poder entregarle su regalo de día del profesor, necesito que manifieste que confía en mi compañera Geraldine y en mí – apuntó Majo. Estuve a punto de decir NO. pero ¿Y mi regalo? En verdad me tenían en ascuas. Además, ¿qué era lo peor que podría pasar? - ¡claro que sí! - gracias – asintió ella. Dio una sorpresiva vuelta sobre sí, de modo que se le levantó la falda y pude ver sus glúteos adornados bajo cacheteros blancos. Además, me golpeó con una ola de su aroma íntimo, de modo que me dieron muchas ganas de follarla. Pero mi regalo no era ese. Majo dio play a la grabadora y se marchó. Me preocupaba que en cualquier momento entrara el curso con quien tenía clase, porque yo, en vez de estar listo, estaba sentado en mitad de la antesala del laboratorio en una butaca, oyendo música chill out y sosteniendo en la mano un avisito que decía “prohibido culear a las alumnas”. La puerta se abrió, pero no había bullicio. No era mi curso, era solo una estudiante. Era Jessica. Pero no era la misma Jessica, la borracha calenturienta y orinada que estuvimos arrastrando por el parque Diana de Gales, ni siquiera la colegiala fatal que manoseé en los baños. Era una mujer. Estaba elegantemente maquillada y vestida. Llevaba jean negro ajustado y botas altas de atar con suela de tractor, una ingeniosa versión femenina de botas de trabajo. Arriba, vestía… no sé si una camisa de leñador a manera de top o viceversa. Sin hasta iba amarrada por delante. Y el cabello lo llevaba en una coleta, ...
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