Tren nocturno
Fecha: 26/04/2019,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: HenryMiller, Fuente: CuentoRelatos
Un tren nocturno largo, con coches cama y un gran vagón restaurante. Varias parejas cenan animadamente. En dos mesas enfrentadas, un hombre y una mujer cenan solos. Leen. De vez en cuando levanta la vista del libro y sus miradas se encuentran. No las sostienen hasta la tercera o cuarta vez. Están demasiado lejos para poder hablar, pero no para ver el título del libro que leen. Ambos sienten curiosidad por saber qué lee un extraño en el metro, en el avión, ahora en ese tren nocturno. Ella lee “Días tranquilos en Clichy”, de Henry Miller. Él, “El amante de Lady Chaterley”, de D. H. Lawrence. Ambos sienten una inmediata atracción por el otro, al menos en cuanto a las afinidades literarias. El tren se dirige a París, donde llegará a las 9 de la mañana. Acabada la cena, él llama al camarero y le dice:
—Por favor, dígale a la señora de aquella mesa si acepta un café.
El camarero se dirige despacio y le susurra las palabras, discreto. Ella asiente, con una sonrisa blanquísima cuyos labios rojos destaca más. Él se levanta sin prisas, deja la servilleta sobre la mesa y se acerca a la mujer. Pide permiso con un gesto para sentarse y ella lo concede con ambas manos. Ambos libros descansan en la mesa. Piden dos cafés.
—¿Viajas por negocios o placer? —pregunta él.
—Quiero ver una exposición de arte erótico en el Museo de Orsay. ¿Y tú?
—Tengo un curso de un par de días, con bastante tiempo libre.
El coqueteo es evidente, pero no parece premeditado. Es natural, incluso ...
... podrían parecer viejos amigos.
Beben de las tazas de café.
—¿Has leído esta novelita de Miller? —pregunta ella.
—Oh, sí, Hace años. Deliciosamente inmoral. Muy excitante.
—Yo también he leído la de Lawrence. Confieso que me influyó mucho en mi modo de ver las relaciones de pareja.
—Es muy interesante, sí.
—Tienes coche cama individual?
—Sí, si económicamente puedo, lo prefiero. ¿Y tú?
—No quedaban cuando reservé. Comparto coche con un tipo bastante mayor, con quien apenas he cruzado dos palabras. Creo que sigo aquí por no entrar en ese cubículo y tener que desnudarme delante de él.
Se miran con franqueza, sin remilgos.
—¿Así que te interesa el arte erótico? —pregunta él.
—Mucho. Pintura y fotografía, sobre todo.
—¿Eres de las que distinguen erotismo y pornografía?
—No. Distingo buen gusto y mal gusto. Hay pornografía de un gusto exquisito, ¿no crees?
—Sí, sin duda.
Ella viste una blusa oscura con una gargantilla de perlas. Es morena, peinadaà la garçonne, y tiene unos pechos que a su compañero de mesa le cuesta no mirar tan a menudo. Él viste camisa negra y americana negra. Es todo lo que se puede ver en la postura en que se encuentran, sentados.
—¿En qué influyó tanto la novela de Lawrence? —pregunta él.
—La leí con mi marido, y desde entonces decidimos tener una relación abierta. Sin alardes. Pero abierta. ¿Tienes pareja?
—No. Estoy divorciado desde hace dos años.
—¿Y…?
—Bueno, el duelo fue duro… Digamos que ya estoy ...