1. Una piscina climatizada para cuerpos irresistibles


    Fecha: 13/05/2019, Categorías: Incesto Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    Ha transcurrido el primer mes que estamos juntos Lorenzo y yo. No se ha hecho largo, hemos follado a diario, no nos hemos cansado aún. Pensamos que cuando vengan las clases y tengamos trabajos, madrugones, sesiones de clase y todas esas habituales obligaciones, se va a reducir a la mitad de la mitad y algunas veces a cero, por eso no nos preocupa ahora.
    
    Cada fin de semana Zigor y Mauro vienen a casa, mejor dicho, vamos a recogerlos justo los viernes en la tarde. Ellos no estaban decididos a pedir permiso a sus padres y nos comprometimos a ir nosotros para invitarlos ante sus padres. Los padres de Zigor no pusieron más inconveniente que “¿y si molestan?, ¿por qué tenéis que aguantar ese peso?”, lo que saldamos porque nuestros abuelos lo desean, ya que están muy solos y no quieren que nos cansemos… Excusa tonta, pero los padres de Zigor comprendieron y no hubo problema.
    
    Íbamos muy bien vestidos, nos habíamos comprado dos jeans muy elegantes y unas camisetas serias. Lorenzo parecía un pimpollo hijo de multimillonario y yo con mi camiseta negra y una cruz al lado con jeans estrechos pero elegantes y con vuelta por los tobillos, nos presentamos en la casa de Mauro. Cuando con mucha educación nos dirigimos a la señora, se extrañó de nuestra amabilidad y le explicamos que su hijo era un muchacho bueno, piadoso, cuidadoso de las cosas y con buena moral y nos había causado buena sensación.
    
    Cuando llegó el papá y se lo planteamos, se puso a pensar. Cuando yo iba a razonar lo ...
    ... que había convencido a su esposa, elevó su brazo izquierdo con la palma de la mano extendida me daba a entender que me callara. Guarde silencio. Al rato dijo:
    
    — Domingo, todas las mañanas, a las 10 h. en la Iglesia, oye misa, tomamos un refresco juntos, estáis invitados, y puede marcharse de nuevo hasta la noche. Los lunes tenemos trabajo.
    
    Lo dijo con tanta sequedad y determinación que Lorenzo se asustó. En mi interior me dije que era una respuesta como otra cualquiera, qué más daba, si nos dejaba a su hijo. Luego, ya en la calle, me preguntaron los tres cómo íbamos a hacer y les contesté:
    
    — Hablaremos con los abuelos, les diremos las condiciones, les pediremos la camino y estaremos en la misa esa los cuatro.
    
    — Si yo no voy desde que tome la Comunión…, dijo Lorenzo.
    
    — Pues ya es hora de que vayas, ¿no?, dije yo.
    
    — Y tú…, ¿desde cuando no vas?, preguntó Lorenzo.
    
    — ¿Yo? No sé si he ido alguna vez, quizá acompañando a algún amigo, pero no he ido formalmente nunca…, pero un amigo bien vale una misa ¿no?, respondí.
    
    — ¿No tomaste la comunión?, preguntó Mauro.
    
    — No; yo no estoy bautizado, ni mi padre es creyente, ni mi madre va a la iglesia…; no, no tengo esa costumbre, pero hay costumbres que no tenía y ahora tengo; si tu amistad me exige eso, por ti lo hago, pero no me hagáis hablar en la iglesia que no sabría que decir.
    
    Zigor me miraba sorprendido por encontrarse a uno que no iba nunca a la iglesia. Zigor a veces huía de ir, pero para quedarse en la ...
«1234»