El día que sucedió todo
Fecha: 19/05/2019,
Categorías:
Voyerismo
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
... selváticos. Después de esta perversión con su propio cuñada, Braulio se juró a sí mismo que no se repetiría, así ha sido hasta ahora.
"Ah, señor Braulio", continuó Montserrat con su estadillo, "hay una paciente esperando, le he dicho que puede hacerlo en el interior de la consulta, por aquello de que allí llega mejor wifi, que se la veía a ella muy metida en su móvil"...; "No debes hacer eso, Montserrat, el paciente, como su propio nombre indica debe esperar pacientemente y"...; "Como no había nadie antes pues"...; "Bueno, bueno, venga, ¿cómo se llama, tienes sus datos, no?"; "Sí, sí, claro, señorita Hurtado, Victoria Hurtado", informó, y añadió: "ya sabe, señor Braulio, tengo un curso de auxiliar de enfermería también, si me necesita, como no ha venido su cuñada pues"...; "Vale, Montserrat, lo tendré en cuenta."
Braulio dedicó una sonrisa a su abnegada empleada, que ésta devolvió sin complejos elevando y adelantando su exuberante busto, y se adentró en el piso en busca de la impaciente paciente adicta a los smartphones.
Cuando Braulio abrió la puerta no esperaba encontrar a una mujer así, se imaginaba a una adolescente con acné y ropajes de moda; pero lo que vio ante él, así, en oblicuo como estaba sentada frente a su escritorio, fue a una mujer de su misma edad, que calzada unas sandalias de tacón y vestía una seductora falda negra de tubo con raja y un suéter rojo ancho de punto que dejaba en cuero su hombro derecho; su brillante pelo castaño con mechas más ...
... claras lo llevaba recogido en un moño sobre su coronilla.
"Buenos días", dijo Braulio; "Ah, hola, buenos"..., replicó la mujer retirando su mirada del móvil que portaba en una mano y girando su cabeza velozmente hacia el doctor ; "¿Señorita?, humm", soltó Braulio simpático, la otra rio: "Sí, verá, verás, te puedo tutear, ¿verdad?"; "Sí"...; "Verás, soy divorciada", explicó ella con brevedad haciendo un gracioso mohín; "Claro, claro", dijo Braulio.
Se acercó Braulio a su silla tras el escritorio, se sentó y estrajo de un cajón un trapo muy plegado que resultó ser su bata de médico, que se puso cuidosamente; después miró a la mujer con fijeza y le preguntó: "¿Qué te ocurre, Victoria?"; "Verás, tengo un dolor en la espalda que me preocupa porque no me lo quitan los analgésicos corrientes"; "Ajá, Victoria, entonces tendré que"...; "Llámame Viki"; "¡Que!"; "Que me llames Viki"; "Bien..., Viki, entonces tendré que palparte la espalda, quítate el jersey y siéntate en la camilla."
Ella se levantó de la silla y se dirigió hacia la camilla que había cerca de la ventana; tomó asiento mirando hacia afuera, dándole la espalda a Braulio, y con un rápido gesto de sus brazos se sacó su suéter por la cabeza y lo arrojó al suelo. Braulio se quedó como alelado: aquella era toda una mujer: a la claridad del día su figura resultaba etérea: su cráneo redondeado coronado por el exquisito moño, su femenina barbilla en escorzo, su fino cuello terminado en delicados pliegues, sus senos, ocultos ...