1. El día que sucedió todo


    Fecha: 19/05/2019, Categorías: Voyerismo Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... madera, y se podían observar con claridad sus hinchados montes y su canalillo, así como la protuberancia de sus pezones: eran como dos globos aprisionados en el interior de una bolsa estrecha. Alguna vez a Braulio se le había pasado por la cabeza pasársela por la piedra, en fin, una amenaza, o una promesa sobre su actual situación contractual podía obrar maravillas; pero no: aún conservaba ciertos escrúpulos que no le animaban a propasarse con la clase trabajadora. "Hola, Montserrat", devolvió el saludo Braulio intentando que sus ojos no se desviaran hacia la movible y blanda carne adivinada bajo el primer botón suelto de la camisa de la auxiliar; "Montserrat, por favor, abróchese bien la camisa, ¡qué van a pensar de usted los pacientes!", regañó Braulio a su empleada con cordialidad; "¡Oh, qué descuido!", soltó la muchacha, para añadir picaronamente, mirando su pechera semiabierta, "es que, señor Braulio, una está metidita en carnes y"...; "Pues cómprese una camisa de una talla mayor, mujer, que se le caen los encantos". Montserrat no pudo más que sonreír y sonrojarse ante tal expresión venida de la boca de su jefe. "Bueno, Montserrat, mantengamos la compostura, ¿qué tenemos hoy?, por cierto, ¿ha venido mi cuñada a trabajar?", preguntó Braulio más severo; "No, su cuñada no ha venido hoy..., llamó diciendo que tenía que ir con su marido a visitar a un especialista". A su cuñada Aurora, Braulio la había contratado de enfermera para su consulta, después que su hermano, tras ...
    ... un grave accidente de tráfico, quedara parapléjico y perdiese su empleo; ella era enfermera de profesión y ya se había retirado del mundo laboral cuando Miguel, su marido, tuvo el accidente: a Braulio no se le ocurrió mejor manera de protegerlos que contratar a Aurora, protegerlos de la pobreza, y de la desgracia, que hacía estragos en sus debilitadas conciencias. Sólo había un problema con Aurora: que al ser ella todavía una mujer joven, de treinta y pocos, y de buen ver, deseaba mantener una actividad sexual que su marido enfermo no le podía procurar. Braulio se vio en varias ocasiones en serios aprietos ante la calentura de Aurora, que, sin previo aviso se sacaba el uniforme de enfermera por los pies y quedaba desnuda frente a él; ella decía: "Vamos, Braulito, lo estás deseando", y se palpaba los senos, se los aplastaba con la palma de sus manos para que sus redondeces resaltaran mejor; tales exhibiciones más la sensualidad con que su voz expresaba sus insinuaciones, hizo que una tarde de frio invierno en que la nieve les impidió salir a la hora habitual Aurora iniciara un tonteo algo más provocativo de lo normal, y allí, en la consulta, cobijados del helor frente al radiador, tumbados encima de una alfombra de pelo largo color burdeos, ella boca abajo, él sobre sus carnosas ancas, Braulio poseyó a su cuñada hincándole su acerado ariete por el ojete del culo hasta satisfacerse ambos en un estallido de quejidos y lamentos lujuriosos finalizados con estridentes aullidos ...
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