1. Anita de tus deseos (capitulo 3)


    Fecha: 21/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos

    Me zarandeó suavemente. Abrí los ojos y le vi sentado a mi lado en la penumbra de la habitación.
    
    —¿Qué pasa? —pregunté con dificultad.
    
    —Quiero que te levantes, —esa orden taxativa, a pesar de ser pronunciada con su modulada voz, sonó en mi cerebro cómo un trallazo. Inmediatamente me incorporé, eso sí, agarrándome a su brazo.
    
    —¿Qué hora es? —me sentía cansada a pesar de no saber cuántas horas había estado durmiendo.
    
    —Las once, —al oírlo me dejé caer de nuevo sobre la cama mientras mi padre sonreía.
    
    —Es muy pronto, —me quejé.
    
    —Hoy tenemos muchas cosas que hacer, y ten en cuenta que mañana tengo que madrugar. Eso quiere decir que no vamos a trasnochar cómo las noches anteriores.
    
    —¡Jo! —me incorporé otra vez, y salí de la cama un poco tambaleante. Papá ya había salido de la habitación, y cuándo bajé al salón me lo encontré sentado en el sillón.
    
    —Ven aquí, —ordenó. Me sorprendió el tono tajante de su orden. Me arrodilló de espaldas a él, me colocó unas muñequeras de cuero y las unió con un mosquetón por la espalda. Me giró, me sujetó la cabeza con ambas manos y me beso profundamente en la boca. Después, me hizo inclinar hasta que me metió la polla por la boca. Se la estuve chupando un rato largo. De vez en cuando, me la sacaba y me obligaba a chuparle el ano. Mi lengua pugnaba por abrirse paso por un lugar tan estrecho infructuosamente. Tardó mucho en correrse, pero al final lo hizo y cómo ya sería una norma en mi vida, me lo tragué con placer. Le noté un ...
    ... poco más agresivo que los días anteriores.
    
    —Ese ha sido tu desayuno, —dijo mientras se ponía un pantalón de deporte. Me ayudo a levantarme porque seguía con las manos a la espalda y me colocó la mordaza de bola. A continuación, me puso un collar ancho de cuero y una cadena.
    
    —Ya podemos ir de paseo, —dijo mientras cogía una cámara de video pequeña. Le miré con ojos de pánico, pero se echó a reír y tirando de la cadena me llevó a la puerta de atrás, la de la cocina. La abrió y salió al exterior mientras yo no hacía más que mirar a las ventanas de los chales vecinos. Por fortuna la valla era alta y desde la calle no me veía nadie. Tirando de la cadena recorrimos el patio varias veces mientras él me gravaba con la cámara de video. Según andábamos me iba poniendo más cachonda, sobre todo cuando oí nítidamente la conversación de unas personas que pasaban al otro lado, por la calle. Entonces mi padre se paró junto al frutal que tenemos en el jardín y sujetó la cadena a un clavo del que no tenía ni idea que estuviera allí.
    
    —Separa las piernas, —ordenó, y cómo vio que no las separaba lo suficiente, me dio con la palma de la mano en la parte interior del muslo—. ¡Que las abras más!
    
    Las separé totalmente. Papa me agarró del pelo con una mano y con la otra comenzó a sobarme frenéticamente el chocho.
    
    —Ahora te vas a correr en mi mano, —dijo mientras el furor se adueñaba de mí. De vez en cuando dejaba de sobarme y directamente me pellizcaba el clítoris. Siguió insistiendo ...
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