1. Lalo, la flaca y yo


    Fecha: 29/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    No sé si existe laburo tan demandante, asfixiante y derrotista como el de cobrar en un pago fácil. Desde las 8 de la mañana y hasta las 7 de la tarde me enfrento a los lerdos ancianos, al malhumor de los que vienen con mil boletas, de las que por poco te hacen un piquete por no tener cambio, y a las mujeres acaloradas que se me re insinúan con tal de que les haga algún descuento en el minimarket de golosinas, cigarrillos y gaseosas. Solo paraba para comer algo.
    
    Somos 3 personas, siempre y cuando la bella Mariela no falte por sus estudios universitarios. Si ella viene, al menos mi compañero Nicolás y yo nos motivábamos con su culo perfecto y sus comentarios sexuales acerca de los clientes. Se reía de las madres que amamantaban a sus bebés en la fila como si nada, de las histéricas y de la cara de mal sexo de algunos hombres. Cuando no había nadie la mina nos re calentaba franeleándonos, pero se hacía la ofendida si le manoseábamos el orto.
    
    Uno de esos viernes de fin de mes hablé por teléfono con Lalo, mi mejor amigo para que venga a casa a cenar. Hacía un año que no sabía nada de él. Solo que al fin tenía su consultorio de radiología, y que se había divorciado.
    
    Aquel día, por alguna razón estaba muy excitado, y el culo de Mariela no se paseaba por detrás del mostrador.
    
    Me comuniqué con Eliana, mi esposa, para contarle lo de Lalo, pero ya estaba enterada. Él mismo le dijo que prefería unas buenas milanesas a la napolitana en lugar de pastas. A las 7 en punto cerré ...
    ... los balances y me fui a tomar el micro rumbo a Castelar, que es donde vivo.
    
    A las 8 caminaba por una plazoleta desierta, en la que solo desafiaba a la crisis el puesto de revistas del negro García. No había un alma. Esa noche me dolían tanto los huevos de calentura que ni me resistí. Se sabía que el negro tenía un par de guachitas a su cargo, para apalear sus propias necesidades y las de los hombres con ganas de una buena mamada. Así que le golpeé la ventanita del kiosko y le di 50 pesos para que una morochita me baje el lompa y me chupe la pija con desgano, sufrimiento y algunas mordiditas que me hacían alucinar. Ella pensaría que me molestaba ese estilo. Pero, por el contrario, lograba que mi leche tardara en fluir furiosa y abundante en su boca.
    
    Estuvo como 20 minutos mamando, oliendo, lamiendo, tragando y escupiendo saliva, jadeando cuando se la sacaba de golpe de la boca y asesinando a mis testículos cuando su lengua los saboreaba. Se la di toda sin ningún tipo de limitaciones cuando me mostró su bombachita sucia, negra y con agujeritos por todos lados, porque le pedí que se suba toda la pollerita. Se la tragó sin poner cara de asco, y le dejé 50 pesos más entre sus tetitas pobretonas.
    
    Caminé 2 cuadras hasta mi casa. Toqué el timbre, todavía absorto por esa petera, y Eliana me abrió. Estaba histérica y tenía olor a cebolla en las manos. Me retó por demorar, por entrar con barro en los zapatos, porque no compré el postre, y porque Lalo ya me esperaba con cerveza y ...
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