-
Zapatería
Fecha: 22/06/2019, Categorías: Gays Autor: HenryMiller, Fuente: CuentoRelatos
Cuando era mucho más joven, trabajé un par de años como dependiente de una zapatería. El trabajo puede parecer anodino, pero no lo fue, en absoluto, o al menos no lo fue el día de la experiencia que paso a relatar. El comercio era espacioso, con las paredes laterales repletas de zapatos bastante caros –se trataba de una zapatería prestigiosa- y en el centro una serie de butacones dispuestos en círculo para que la clientela se probase su calzado. Aquel día, era noviembre, entró una señora elegante, con estilo; lo que solemos llamar una burguesa. Al pasar por su lado con unas cajas para llevar al almacén, llamó mi atención. Me disculpé y le dije que en un minuto estaría con ella. Regresé enseguida y la señora me señaló cuatro modelos de zapatos, expuestos frente a ella. Calzaba el 39. Todos eran elegantes, de tacón fino sin plataforma, muy similares entre ellos. Le dije que se sentara y fui a por las cajas al almacén. Me esperaba sentada con las piernas cruzadas. Me acuclillé a sus pies y saqué el primero de los modelos. Hasta ese momento no había reparado en que llevaba falda. Extendió una de sus piernas y con un gesto educado y acostumbrado a que la obedecieran, me indicó que se lo probara. Le quité el zapato que llevaba con una mano en su fino tobillo y le coloqué el nuevo con la ayuda de un calzador. Fue durante el trayecto de mi mirada hacia la suya que los vi. Fue una visión tan fugaz que casi ni me di cuenta. Vi sus muslos, ligeramente separados, ...
... cubiertos por unas medias. No me pidan que les diga que pude ver más porque mentiría. Observó el zapato en el pequeño espejo que había en el suelo y me dijo que le probara el siguiente. Ahora ya estaba prevenido, así que me demoré algo más en quitarle el que llevaba y en ponerle el siguiente. Juraría que había separado un poco más los muslos. Se me dibujaron ante mí dos piernas envueltas en medias e, inevitablemente, sentí el cosquilleo que anuncia una erección. Cuando le probé el último par de zapatos, la señora había separado considerablemente los muslos. Pude comprobar que al final de ellos había unas bragas blancas, bastante transparentes juraría, que dejaban entrever un mechón de vello oscuro. Mi erección era tan evidente que temía el momento de ponerme en pie. Ella sí lo hizo. Se bajó la falda y anduvo arriba y abajo por delante de cuantos espejos encontraba. Yo guardaba los zapatos en sus cajas sin dejar de mirar sus piernas y su culo, recordando lo que acababa de ver, caliente como el veinteañero que era y cómo solía fantasear con mujeres como ella. Regresó al asiento, me miró con un rostro en el que yo pretendía ver algo más de lo que reflejaba, y dijo: “Me los quedo”. -Si me permite –le dije- le sientan de maravilla. Tiene usted unos tobillos y unas pantorrillas que parecen creadas para estos zapatos. -¿Me los quitas?- y ahora sí que descubrí un inequívoco juego en su mirada y sus palabras. Tome sus tobillos un poco más arriba de lo que me habían enseñado y ...