1. Zapatería


    Fecha: 22/06/2019, Categorías: Gays Autor: HenryMiller, Fuente: CuentoRelatos

    ... ella regresó a su apertura de muslos, ahora evidente por no decir descarada. Creo que incluso le acaricié los pies y los tobillos mientras le quitaba los zapatos nuevos y le ponía los que traía puestos. No protestó, sino que se acercó más al borde del sillón para que pudiera contemplar, ahora sí, esas bragas transparentes que apenas ocultaban el vello de su coño. Cuando terminé, no sabía cómo ponerme de pie. Pensé en meterme una mano en el bolsillo, pero cargado con las cajas eso resultaba imposible.
    
    -¿Te ocurre algo?- me dijo. Decidí que era una calientapollas y que disfrutaría pensando en la paja que me iba a hacer en cuanto pudiera.
    
    -No- acerté a decir. Tan sólo una especie de dolor lumbar.
    
    -¿Seguro?
    
    La miré por primera vez francamente a los ojos. Me la puso todavía más dura.
    
    -¿A qué hora acabas?
    
    Miré el reloj y dije que entre unas cosas y otras en unos 20 minutos habría terminado de trabajar.
    
    Se puso de pie delante de mí. Me contuve de meter la cabeza entre sus muslos aferrado a ellos.
    
    -¿Ves el bar de enfrente?
    
    -Sí, allí suelo tomar café.
    
    -Te espero en 20 minutos. Y por favor, no malgastes todo lo que llevas acumulado. Lo quiero para mí.
    
    La polla me iba a estallar y me ruboricé hasta lo insoportable. Me recompuse:
    
    -Vaya a caja y allí le darán sus zapatos.
    
    Como pude, cargué las cuatro cajas y con ellas oculté mi erección. En el almacén respiré hondo y pensé: “Esto no te está pasando”.
    
    Cuando regresé a la tienda pude ver su culo ...
    ... saliendo por la puerta. Lo acompañé con mi mirada hasta la cafetería, donde entró y la perdí de vista.
    
    ¿Me creerán si les digo que anduve empalmado los veinte minutos siguientes? Había follado con chicas de mi edad, incluso con alguna de alrededor de 30 años. Pero esa mujer era la concreción de todas mis fantasías de la época: con estilo, burguesa y, al parecer, muy golfa.
    
    Entré en la cafetería y estaba sentada en la última mesa, con las piernas cruzadas, las rodillas a la vista y una taza de café vacía ante ella.
    
    Me senté a su lado y cuando iba a presentarme me cortó:
    
    -Nada de nombres. ¿Quieres tomar algo o vamos a mi coche? Lo tengo cerca- y puso su mano en mi muslo.
    
    Yo hice lo mismo, incluso la metí por entre los muslos cruzados. Dio una especie de respingo que me animó.
    
    -¿Sabes que llevo empalmado desde que te vi las bragas?
    
    -¿Sí?- y me tocó para comprobarlo.
    
    A renglón seguido, metió la mano en su bolso y puso entre mis piernas ese para de braguitas blancas, casi transparentes. Estaba lanzado. Las tomé y me las llevé a la nariz. Olían a sales de baño y a coño de hembra. Me las guardé en el bolsillo con gran dificultad por motivos obvios.
    
    -Vamos- dije.
    
    Se puso en pie y paseó su culo por mi cara. Pagó en la barra y salimos juntos. Mi forma de vestir no desentonaba demasiado, aunque las marcas de la ropa no eran las mismas.
    
    -¿Sabes qué me gusta de ti?- dijo cuando ya estábamos dentro de su Audi.
    
    Callé y metí mi mano entre sus muslos hasta ...