1. Mi esposo está de viaje y quiero que me folles


    Fecha: 15/06/2017, Categorías: Infidelidad Autor: LaBellu, Fuente: CuentoRelatos

    ... sexual. Fue Isi quien me contagió la preocupación de que pudiera pasarte algo en tu estado.
    
    —Ah… ya veo ya.
    
    —¿Soy culpable de haberme preocupado por ti? Dímelo, no te cortes, aprovecha que ahora estás lanzada.
    
    —No, no, está bien, agradezco tu preocupación… Siempre es un regalo del Cielo tener cerca a un amigo, que digo amigo, un hermano como tú, aunque ya no sea una chavala.
    
    —No sé a qué viene tanta ironía, Daniela. —Que me nombrara con todas las letras, algo debía significar—. ¿Quieres que te lleve nuevamente a la disco? No me cuesta nada.
    
    —No, si ya sé que no te cuesta nada, lo sé muy bien.
    
    —Qué borracha estás, por favor. Que yo no soy Paul.
    
    —Claro que no eres mi marido. No sé a cuento de qué lo traes aquí.
    
    —Para que entiendas que yo no te estoy reprochando que salgas y te diviertas, pero quiero que te cuides, solo eso.
    
    —Que salga, me divierta y no folle —me lamenté con cara de patito triste.
    
    —Folla mujer, claro que sí, folla todo lo que quieras y más. —Sus palabras llegaron dulces a mis oídos, al tiempo que con un gesto tierno, más de lo que yo hubiera soñado, levantaba mi barbilla con el dedo índice en forma de gancho.
    
    No sé si se debió a su gesto, a que estaba bebida o a que notaba una humedad preocupante en la entrepierna, pero el caso es que le solté, sin cortarme un pelo, lo siguiente:
    
    —Llévame a tu casa. Mi marido no está y no quiero estar sola esta noche. Creo que me deprimiría tanto que…
    
    Hice una pausa estratégica en un ...
    ... último intento por conmoverle. Y dio resultado, ya que detuvo el coche, se aseguró de que ningún otro se acercaba, y luego dio media vuelta. Llegamos a su casa en apenas diez minutos, aparcamos el coche, entramos en el portal y tomamos el ascensor, que se detuvo en el tercer piso. Finalmente, cuando el se disponía a abrir con la llave la puerta del piso, le frené la mano con la mía y le hablé con solemnidad, esbozando una sonrisa socarrona.
    
    —Antes de nada, te doy cinco minutos para que entres tú solo y hagas desaparecer todo aquello que no quieres que yo vea.
    
    Él se encogió de hombros.
    
    —No entiendo qué quieres decir, Dani.
    
    Solté una risita perversa.
    
    —No te hagas, Rufi, porque no deben ser pocas las que te hayas traído aquí, al picadero. Imagino, por mera intuición, que todos los días debes bucear entre las bragas y los sostenes que olvidan todas las quete visitan.
    
    Rufi soltó una sonora carcajada.
    
    —No temas por eso, porque todas las mañanas, como buen aficionado a la pesca, cojo mi caña y paso un rato entretenido pescando esto y lo otro.
    
    No pude ocultar mi satisfacción porque él me siguiera la broma. Tampoco pude contener mis labios y le di un beso en la mejilla, muy cerca de la boca, al tiempo que me colgaba de su cuello.
    
    —Veo que se te ha pasado la borrachera —improvisó, pues yo estaba segura de que iba a decir otra cosa.
    
    —Como para que no pase con este pestazo a lentejas quemadas, que no se si llega del cuarto o del segundo.
    
    Rufi olfateó, ...
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