Mi esposo está de viaje y quiero que me folles
Fecha: 15/06/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: LaBellu, Fuente: CuentoRelatos
... resultó muy fácil engullir la morcilla. Pero más que de embutido, tenía un saborcillo muy parecido al de los boquerones en vinagre. O puede que solo fuera el regusto del bocadillo que me metí entre pecho y espalda, precisamente de boquerones en vinagre, cuando estuve cenando con mi amiga Isi.
Recordé que a mi marido siempre le gustaba, hasta que dejamos de tener relaciones, que me la tragara por completo al menos un par de veces. Así lo hice y Rufi, entre gemidos y blasfemias, confirmó que a él también le encantaba. Sin tiempo que perder, porque algo apremiaba entre mis piernas y ardía en deseos de ser follada, posé la lengua en el glande, abrí más la boca y apretando los labios la tragué hasta la mitad, antes de subir y repetir la misma rutina unas cuantas veces. Entonces sus manos cobraron vida, acariciándome el cabello, deslizando los dedos entre mechones sedosos y negros como una noche sin Luna ni estrellas. Luego posó la derecha en mi nuca, invitándome a realizar pequeños giros de cabeza, al tiempo que le masturbaba con los labios bien apretados, restregándolos contra el pellejo de izquierda a derecha.
Totalmente animada y entregada, me arrodillé para que mis movimientos ganaran eficacia. Tracé círculos con la punta de la lengua en el capullo, al tiempo que le acariciaba los huevos con la mano izquierda y el muslo con la derecha. Mi espalda se arqueó, la cintura simuló una delicada danza, los pechos colgaron y el trasero se irguió orgulloso, dando cabezaditas de ...
... un lado a otro. Noté cómo sus manos me acariciaban los senos, luego los estrujaba y terminaba tratando de ordeñar los pezones.
—¡No aguanto más! —exclamé, fuera de mí—. Tengo el chocho encharcado. Ha llegado mi hora.
Me llevé la mano diestra a la boca, deslicé la lengua por la palma para empaparla de saliva y con ella embadurné la polla. A continuación me deshice de las bragas como buenamente pude, antes de sentarme sobre sus muslos y masturbarle tres o cuatro veces, distribuyendo más la saliva.
—No iras a…
No entendía por qué a Rufi le costaba tanto pronunciar la palabra «follar».
—Imagino que no esperabas que me pusiera a hacer punto de cruz después de chupártela. Claro que me la voy a clavar en el coño, hasta el fondo; por supuesto que me vas a follar, o yo a ti, si te resulta más cómodo.
—Ya. No es eso. El caso es que, por mucho que rebusque entre los cajones de la casa, no creo que encuentre un solo condón.
—Condones… —susurré con desgana—. Los condones están sobrevalorados. Yo, por mi parte, confío en que te hayas cuidado con las anteriores, con aquellas a las que has tenido en la misma posición que estoy yo. ¿Tú no te fías de mí? Sabes que nunca he sido infiel a mi marido hasta ahora, y él está limpio. Bueno, eso no lo sé, pero ha pasado tanto tiempo desde la última vez que, de haber tenido algo raro, digo yo que los síntomas ya se habrían manifestado.
—Bueno, eso lo dices tú.
El muy cabrón trataba de regatearme un polvo largamente merecido. Y ...