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El gringo de la clase
Fecha: 19/07/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... ordenes, de notar sus ganas de que me la metiera toda, decido darle gusto, así que me la como toda, empiezo a subir y bajar, llegando hasta su pelvis, sin dejar un sólo lugar del tronco fuera. Por su parte, el gringo empuja su pelvis hacia adelante con la poca libertad que le dan sus ataduras y sigue balbuceando: ―What an incredible mouth! Come on, bitch! (¡Qué increíble boca! ¡Sigue perra!)―profiere, por lo que me detengo y saco su miembro de mi boca. Ya es hora. ―¿Eso crees? ―le digo haciendo que se quedé en silencio. Me levanto lentamente y me acerco a su oído, dejo que mi respiración agitada acaricie su pequeña oreja―. ¿Te gusta como lo chupo, perra? ―le susurró al oído y le quito la venda de los ojos. ―What a fuck!. who are you? (¿Qué mierda. quién es usted?) ―dice con carra de terror, paseando la mirada por la habitación y por mí, intentando no fijarse mucho en mi cuerpo, ya que estoy completamente desnudo ante él. ―El que te va a hacer suyo, el que te va a quitar esa hombría tonta que tienes, el que te va a enseñar que es sexo de verdad ―le respondo intentando plantarle un beso en la boca. Aunque mueva la cabeza esquivando mis besos, le logro dar un beso bien rico, agarrándole la cabeza―. ¡Relájate y disfruta! Me abrazo a su pecho y me suspendo agarrándome a él, con las piernas alrededor de su cadera y mis brazos abrazándolo con fuerza. Puedo sentir su virilidad durísima rozar mis nalgas, en realidad me estoy apoyando un poco en ella. Acto seguido, suelto un brazo y ...
... llevo una mano a la suave y gruesa polla del extranjero para acomodarla con la punta hacia mi ano. Se siente increíble tener ese cuerpo que se retuerce intentando alejar su pene, que no baja por efectos del medicamento, de mi entrada. Sin embargo, moviendo mi cadera logro que sólo pueda mover la punta de un lado a otro, amenazando por entrar, así cómo me excita que me hagan. Al mismo tiempo mi pene se masturba frotándose con su abdomen que no deja de moverse y crear fricción. Por fin tomé la determinación de robarme su virilidad de una vez por todas, de arrancarle simbólicamente ese falo de macho estúpido, de hacerlo una mejor persona. Así que bajo mis caderas y lo introduzco hasta la mitad, él desiste de moverse para evitar penetrarme, ya que sus movimientos lo único que logran hacer es dejarlo ir más en mi interior. No puede negar que lo disfruta y por eso está furioso, lo puedo ver en su rostro, en esa expresión de desprecio. Me intenta escupir y uso mi mano libre para abofetearlo. ―¡Hay que portarse bien! ―le advierto, estirando el tronco hacia atrás y al lado, agarrando con mi brazo libre una varita caliente de hierro y de un mango frío que había dejado en una mesita contigua a la rueda de madera a la que estamos sujetos. Se la paso por los abdominales laterales, dejando una línea roja a su paso y haciéndolo gritar de dolor―. ¡Ruégame, pídeme que pare! ―le ordeno sin despegar la varita de su abdomen. ―No! ―Está bien ―resuelvo mientras me la meto (su verga) por completo y ...