1. Nadando entre tiburones


    Fecha: 24/07/2019, Categorías: Transexuales Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos

    ... minutos y ya empezaba a aburrirme. Sin querer, o puede que, queriéndolo, bajé la vista y miré con disimulo sus piernas. Las tenía cruzadas, y el vestido se había subido lo suficiente para dejar a la vista media pantorrilla. No eran muy largas, ni estilizadas, más bien rollizas; pero si atractivas, y más con esas medias finas. Observé como las descruzaba y las volvía a cruzar en el otro sentido. Lo hizo varias veces. En cada ocasión el vestido parecía querer alzarse para mostrar más de lo que ya enseñaba. Pero lo máximo que podía atisbar era el comienzo de la liga, gruesa y de rombos. Nada más. Con eso tenía suficiente para entretenerme. Me olvidé de la música de cámara.
    
    Hubo una pausa, ésta más larga. Se encendieron algunos focos del techo.
    
    ― ¿Te han gustado? ―preguntó doña Eugenia inclinándose hacia mí.
    
    ― ¿Qué? ―dije sorprendido―. Sí, mucho. Me impresionaron los violines.
    
    ―Me refería a mis piernas ―dijo, sin dejar de mirarme de reojo.
    
    ―Oh, no, señora. Yo no pretendía…
    
    ―No sé lo que pretendías ―me interrumpió con brusquedad―, pero sí que las mirabas.
    
    ―Sí, se me fue la vista ―reconocí al fin, humillado―. Lo lamento.
    
    ―No pasa nada. Y dime, ¿te parecen bonitas?
    
    ¡Qué podía decir en una situación así! Estaba colorado como el tomate maduro, y asustado como una gallina vieja. Sí, susurré cohibido, son lindos. Ella soltó unas risitas, como de chiquilla impertinente. Intenté sonreír sin conseguirlo. Entonces Doña Eugenia me puso una mano en la pierna y con ...
    ... aires de complicidad me susurró, muy cerca del oído, que esto quedaba entre los dos; nadie tenía porqué enterarse.
    
    ― Pensabas en acariciarlas ―continuó al poco de soltarme y enderezarse en su asiento.
    
    ―Oh, no. Claro que no. Pero señora. No piense usted mal de mí, pero yo…
    
    ―Chssst, silencio. Que va a empezar el tercer acto. Ésta es una de mis piezas favoritas.
    
    Comenzaron a sonar las flautas; era una melodía dulce y lenta. Entonces vi, o, mejor dicho, noté como Doña Eugenia se recostaba un poco y descruzaba sus piernas. Mi corazón latía descompasado. Me veía al día siguiente en la calle, sin empleo, y con la reputación hundida. Pero no sólo sentía miedo sino también una excitación en ciernes que no lograba apaciguar. La situación empeoro cuando ella agarró mi mano y la llevó hasta su muslo, sin que yo osara ofrecer resistencia. Primero percibí el tacto suave de las medias de seda, y después la firmeza de sus pantorrillas. No sabía si llorar o congratularme por mi ventura. En todo caso, no podía escapar a mi destino. Decidí seguirle el juego; si ya estaba perdido, al menos quería sacar algún provecho. Separó las piernas ligeramente; el vestido se le subió. Avancé con mi mano, pasando sobre la liga. Por fin toqué su piel directamente, de una suavidad embriagadora. Me detuve antes de dar el paso definitivo. Ella separó se abrió un poco más; era una clara invitación a seguir. De modo que hundí mis dedos en su sexo, cálido y húmedo. La braga, fina y delicada cedió sin ...
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