1. Juegos Peligrosos. Capítulo # 2


    Fecha: 02/09/2017, Categorías: Gays Autor: junior, Fuente: RelatosEróticos

    ... yo estaba llegando de la bodega, y me tropecé con Glenda en la puerta de entrada a la residencia. Ella me dedicó una mirada asesina. Y trató de esquivarme.
    
    —¡Un momento! —Exigí interponiéndome en su camino.
    
    —¡No quiero hablar contigo! —Gruñó y comenzó a caminar. Pero inmediatamente la comencé a seguir.
    
    —Me dices que no te vuelva a buscar, pero si quieres que cumpla eso entonces debes darme la oportunidad de hablar contigo.
    
    Ella se detuvo bruscamente, parecía que estaba muy molesta, yo la alcancé y me posé frente a ella, pero ella me fulminaba con la mirada. En ése momento ella levantó su mano y me estampó una gran cachetada. Era la primera vez que alguien me tocaba el rostro. A mi mamá no le iba a gustar, y el dolor era muy intenso. Por un momento desvié la mirada de ella. Pero lentamente volví a acomodarme y la miré directamente a los ojos. Ojos grandes y expresivos, y por lo visto, estaba muy, muy dolida. Ya algunas lágrimas comenzaban a salir y correr por sus mejillas.
    
    —¿Por qué me golpeaste?
    
    Ella esperó unos segundos y dijo.
    
    —¡Te odio!
    
    —¿Pero por qué? —quise saber, muy molesto.
    
    —La otra noche Rodrigo me contó todo lo que tú le dijiste a él de mí.
    
    Por un momento me adentré en los recuerdos de hace unos meses. Y recordé perfectamente lo que le dije a Rodrigo.
    
    Me encogí de hombros y pregunté como si nada.
    
    —Sí… lo recuerdo, pero no lo encuentro un delito sentir algo por ti.
    
    —Ay Por favor Max… Admite que le dijiste que yo era una ...
    ... prostituta.
    
    Se podrán imaginar mi cara de asombro en ése momento. Y creo que mi rostro dejó mucho en qué pensar, porque luego sentí como se estampaba en mi cachete otra cachetada. En ése momento no tenía ni idea de lo que era una prostituta. Hasta que mi mamá me lo explicó después.
    
    En ése momento mi mente no reaccionó a tiempo y lo único que hice fue pedirle perdón. Perdón por algo que no hice. Por algo dicen que las cárceles están llenas de personas inocentes.
    
    —Pensé que eras distinto… y lo peor es que me comenzabas a gustar.
    
    ¡MIEEEEERDAAAAAAAAAAAA! —Grité en mi mente.
    
    El muy Maldito había mentido. Me había metido en un Gran, Gran problema. Ahora estoy mucho más interesado en que llegue. Vamos a tener una conversación muy intima.
    
    Ése día cuando llegué a la casa, le mentí a mi madre diciéndole que me había caído de cara al asfalto. Pero era muy evidente que en mis cachetes había dos marcas de manos. Mi madre no es estúpida e insistió infinidades de veces para que le contara pero esa es una de mis cualidades. Se guardar secretos y de ninguna manera los digo.
    
    Había llegado el 24 de diciembre y lo que había ocurrido con Glenda y lo que ella me había contado, aún seguía hirviendo dentro de mí. Pero. Rodrigo no había llegado.
    
    En la noche. Me puse la ropa que tanto quería. Una camisa negra de una tela que parecía ceda pero no era. Y un pantalón del mismo color de la franela. Todos estábamos celebrando, la rabia se me había pasado un poco. Hasta…
    
    Estaba en mi casa ...