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El Cazador - Parte 7
Fecha: 23/08/2019, Categorías: Gays Autor: johna.2012, Fuente: SexoSinTabues
... pasos y trucos, pero nunca los había experimentado en carne propia, no sabía la gama de placeres que producían. Las manos de Armando abrieron de par en par mis nalgas y sentí una brisa suave llegar hasta mi agujero. Era la primera vez que alguien estaba así de cerca de esa parte de mi cuerpo, y me parecía increíble que lo hubiera dejado llegar tan lejos. ¿Qué tenía Armando diferente a los demás? ¿Por qué lo estaba dejando llegar tan lejos? Entonces sentí su aliento cálido sobre mi ano y mi cuerpo se estremeció por completo. Era una sensación completamente diferente a las demás, sentir a alguien invadiendo esa parte de tu cuerpo tan íntima, que hasta ese momento era sólo mía y que casi nunca recibía atención alguna. Pronto su lengua empezó a hurgar entre las paredes de mis nalgas, provocándome suspiros con cada lengüetazo, hasta que por fin llegó hasta mi agujero y la sensación se incrementó tanto que mi cuerpo empezó a retorcerse cada vez que sentía su lengua mojar mi ano o tratar de entrar en él. Aquello era un vendaval de emociones y sensaciones que sinceramente no me esperaba. Entonces Armando se deshizo de su bóxer rápidamente y pude sentir su duro pene rosando mis nalgas, mojándolas con sus líquidos, presionando entre ellas. ¿Qué estaba haciendo? ¿Me iba a penetrar? ¿Dejaría que me penetrara? No, eso ya iba demasiado lejos… Yo no era pasivo, era ACTIVO… no podía permitir que me penetrara, no era lo mío, lo mío eran los culos, no los penes… No podía permitir que me la ...
... metiera. Los besos de Armando sobre mi nuca y cuello iban acallando poco a poco las voces y reclamos en mi mente, dejándome en un estado de semi inconsciencia, dispuesto a todo lo que él quisiera. Luego de humedecer su pene y mi ano con algo que supuse fue lubricante, Armando colocó su enorme y duro miembro entre mis nalgas, acomodando con su mano la cabeza de su pene para que diera exactamente en la entrada de mi ano, mientras con la otra mano me acariciaba la espalda y las nalgas, como tratando de calmarme. Me sentía tranquilo, dominado. Todo ese torbellino de placeres y sensaciones habían atontado mi mente y me habían dejado en un estado en el que no me importaba ser penetrado por otro hombre, a pesar de que nunca si quiera había cruzado por mi mente. Entonces Armando dio el primer empujón y su pene entró un par de centímetros, provocándome un dolor tan intenso que me despertó de inmediato del estado en el que me encontraba. De un salto me puse de pie en la cama, mirando a todos lados, como si recién me hubiera despertado de una pesadilla, sobándome mi pobre ano adolorido. ― ¿Qué estás haciendo? ―pregunté molesto, mientras recogía mi ropa del suelo y empezaba a vestirme. ―Lo lamento, no quería… ―¿Penetrarme? ¿Qué diablos estabas pensando? ¡No soy un puto pasivo! ―le reclamé, mostrándome profundamente ofendido, cuando en realidad todas esas palabras, esos reclamos me los estaba haciendo a mí mismo. ―Samuel, espera… Lo lamento ―lo escuché decir pero yo ya me encontraba saliendo ...