1. Mundo salvaje -2-


    Fecha: 26/08/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... volviera a amar porque, incluso físicamente, necesitaba su amor hecho sexo, quería llevarse su olor, su semen dentro de ella pero, inexorablemente, se marchaba, con pena, con dolor, sí, casi llorando y hasta llorando sin casi, pero se iba y se iba, y cuando volvía a divisar la casa, su cuevita del placer empezaba a empaparse de sus femeninos fluidos, soltados casi a chorro al excitarse “ad infinitum” con sólo ver la casa y sentir, físicamente, la proximidad de su macho garañón, aunque, las más de las veces, él ni siquiera estaba aún en casa, pero la sola vista de ésta, como premonición de lo que en no tanto tiempo sobrevendría, bastaba para ponerla a caldo.
    
    Un día, cuando Ana despertó allá en la playa, tras quedarse dormida junto a su marido, se encontró con que éste no estaba a su lado. Le buscó por los alrededores, le llamó, pero ni le encontró ni él respondió a su llamado Se desencantó un tanto…o bastante, al verse sola. Le echó en falta; pensó volverse a casa, pero también en qué iba a hacer allí; en ese momento, lo que menos le apetecía era verle a él, su macho garañón, que, seguro, allí estaría, pues desde que dormía en “cama caliente” la buena costumbre de madrugar había dado en quiebra, “daños colaterales” de lo agitado de esas sus nuevas noches, en tanto que aquí, junto a esa palmera donde se encontraba con Juan, bajo la que se amaban como la pareja enamorada que eran, al menos guardaba su recuerdo, el de tantas madrugadas de dulce felicidad, Y allí se quedó; ...
    ... comió como solía hacerlo con su hombre, frutos silvestres; luego, como junto a su Juan hacía, paseó por la orilla del mar, mojándose los pies; también se tumbó en la arena, fijando la vista ya en el inmenso océano, ya el lejano horizonte, ya la inacabable techumbre azul del cielo Y a su hora, se encaminó a casa, casi olvidada ya de su Juan, pero anhelando encontrarse con su macho semental
    
    A la madrugada siguiente, cuando como todas las precedentes se encontró con su marido, no le dijo nada de su defección del precedente día ni él le explicó nada. Se amaron como siempre y se durmieron juntos, pero, de nuevo, volvió a despertar sola, sin él. Y como el día anterior, volvió a quedarse allí, donde amara a su Juan, donde él la amara a ella, comiendo sola, paseando sola, tumbándose sobre la arena… Y regresando a casa cuando empezó a bajar la tarde. Y de nuevo, al otro día, y al otro, y al otro, y todos los que le siguieron, volvió a despertar sola, volvió a comer sola, pasear sola, tumbarse, sola, en la arena, para a la hora de siempre reemprender el regreso a casa. No obstante, al tercer o cuarto día, él le confesó el porqué de sus defecciones: Evitarse el dolor de verla marchar a su hijo, volviéndole a él la espalda.
    
    Pronto empezaron los “gatillazos” de Juan, lo que comenzó a imposibilitar el amarse con sus cuerpos; al principio fue de vez en cuando, sin apenas imposibilitar su unión, sólo de cuando en cuando; ella, entonces, le consolaba en su bajón de ánimo, de su propia ...
«12...141516...»