1. Mundo salvaje -2-


    Fecha: 26/08/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... acusado que día a día venía viendo, cómo, de día en día, se deshacía, se desmoronaba más y más, volviéndola loca de dolor, haciendo suyo el daño que a su Juan estaba causando, llegando a presagiar, incluso, que algún día llegara a hacer algo irreparable.
    
    Sí, muchas veces deseaba poner fin a todo eso, cortando con su hijo; regresando a él a todo ruedo, ella su mujer, él su marido, su hombre; su único marido, su único hombre, hasta, su único macho. Mas no podía; le era imposible. Cada tarde, cuando llegaba la hora de encaminarse a la casa a encontrarse con su hijo Yago, sufría viendo a su marido, el estado en que se quedaba el pobre, sin un queja, pero con la muerte en el rostro, en los ojos; sentía un dolor enorme, una pena de él insufrible, casi insoportable; volvía a pensar, en no acudir a la cita con su Yago, su macho garañón, quedarse con su marido, su más que querido Juan, “per in saecula seculorum, amén”, pero, como a Juan le resultaba imposible evitar acudir, cada madrugada, a ella, aunque más lo aborreciera ya que otra cosa, tampoco ella podía sustraerse al hechizo de ir en busca de su macho, asentir lo que con él sentía, ese placer salvaje, hasta diabólico, porque eso, lo que los dos hacían en tales horas, sin duda era odiado de Dios, pero muy, muy querido por el Diablo… Pero, aún y pensando así, sabiendo que se estaba ganando, paso a paso, a pulso, el atroz destino de la Muerte Eterna, los Avernos Infernales, donde todo es desdicha eterna, sin halito de dicha ...
    ... alguna, de simple esperanza que valiera, “per in saecula, saeculorum” le era imposible quedarse con él, no acudir a la cita con su macho garañón.
    
    Cuando al despertar su Juan continuaba a su lado en plácida unión, comiendo juntos, paseando juntos, tomados de la mano, enlazados por la cintura, como dos enamorados, o tumbados ambos en la arena, contemplando la grandiosidad del océano, o la ilimitada grandeza de ese cielo tropical, intensamente azul, sin una nube, besándose, acariciándose, diciéndose, en bonitas palabras, lo mucho que se querían, llegaba a desear que aquello nunca acabara. Y no pocas veces volvía a ella el propósito de no separarse más de él, de su amado Juan, y que a su hijo le dieran morcilla, incluso; pero, llegado el momento, se desdecía de tal cosa.
    
    Le dolía en el alma abandonarle, llegando más veces de las que querría a llorar con verdadero desamparo, auténtico dolor que le transía el alma, hiriéndola en lo más profundo de su alma de mujer enamorada, pero la tentación de volver a degustar ese placer salvaje que Yago le daba era más fuerte que sus sentimientos, sus arrepentimientos, sus verdaderos deseos de ser sólo y exclusivamente mujer de su marido, su amado Juan. Pero qué queréis, queridas, queridos, estaba, como a veces, en la forma más grosera de hablar, se dice, enchochada en los masculinos atributos de Yago, su macho, su garañón, su semental. Entonces, cuando llegaba tal hora, besaba con genuina pasión a su marido, a su Juan, y le pedía que la ...
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