Desafío de galaxias (capitulo 62)
Fecha: 26/08/2019,
Categorías:
Intercambios
Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos
... y este puede mandarlas a una masacre sin sentido. Es posible que sea lo que busca.
—El general está desplegando sus fuerzas con la artillería y las brigadas acorazadas en la retaguardia. No responde al fuego de la artillería ene… de las tropas del canciller. Se están parapetando bajo los escudos de energía.
—Muy bien, muy bien, una estrategia defensiva. Perfecto. ¿A qué distancia están las vanguardias?
—A doce kilómetros, mi señora, pero las tropas del canciller continúan con el despliegue y siguen avanzando.
—Y su artillería tira sin orden ni concierto, están fuera de alcance.
—Y aun falta una hora para que amanezca.
—Esto va a ser largo, —dijo Marisol sentándose en su sillón—. ¡A ver! Que alguien me traiga un puto café.
Nueve horas después, las vanguardias se encontraban a un kilómetro y medio una de otra. Cimuxtel, estoico, aguantaba bajo los escudos de energía, mientras las fuerzas del canciller tiraban con todo lo que tenían disponible. Estás, demostraban poca practica con la artillería, aunque, ocasionalmente, y más fruto de la fortuna que de otra cosa, conseguían colar algún proyectil por debajo del escudo. Marisol, desde hacia un par de horas, había estado paseando, nerviosa, por su sitio habitual, pero ahora, estaba delante de todas las consolas, a escasos tres metros de la gran pantalla mural que dominaba el centro de mando del Fénix. Mientras permanecía inmersa en sus pensamientos, todos guardaban silencio. Eran conscientes, igual que ella, ...
... de que más pronto que tarde, el general Cimuxtel tendría que responder y ordenar el avance de sus fuerzas. Marisol, giró la cabeza e hizo una seña al capitán para que se acercara.
—Que todos los maradonianos de la infantería del Fénix me esperen en el hangar de vuelo con equipo de combate y que mi lanzadera este preparada para partir.
—A la orden mi señora. Solicito permiso para acompañarla a donde usted vaya, —Marisol le acarició uno de sus brazos con afecto y afirmó con la cabeza—. Gracias mi señora.
—¿Te preparo el uniforme de campaña? —dijo Sarita después de acercarse también.
—No Sarita, no. No voy a combatir. Aunque es posible que no salga de está, —y ante el intento de Sarita de decir algo, la tapo la boca con dos dedos mientras la sonreía. Después, comenzó a andar camino del hangar de vuelo.
Cuándo llegó, se encontró con todo el regimiento preparado y equipado. Con los brazos en jarra, se los quedo mirando, y acto seguido, con la ayuda de dos soldados se encaramó a un palet de municiones.
—Chicos, no podéis venir, está vez no: este es un asunto de maradonianos.
—Con el debido respeto mi señora, —dijo en coronel al mando— tú tampoco, y no creo que te vayan a crecer dos brazos más, además, en está unidad no hay razas, solo camaradas de armas, y lo sabes muy bien.
—Pepe, no vamos a intervenir en la batalla, solo voy a bajar yo: tengo que parar esto como sea. Mientras, quiero que un escuadrón asalte la cancillería y apresen al canciller y a sus ...