1. El pene de papá


    Fecha: 08/09/2019, Categorías: Incesto Autor: mr.tetrapack, Fuente: SexoSinTabues

    ... vitrinas de todos los grandes almacenes del mundo. Una bocanada de aire caliente me acarició la cara y yo cerré la puerta detrás de mí, apresuradamente y en silencio. No pude ver nada. Me apreté contra la madera y estuve unos minutos con los ojos cerrados. Cuando los abrí, la penumbra me rodeaba de un vapor traslúcido que me tuvo ciega unos momentos más hasta que la visión del dormitorio se aclaró ante mí. Mi padre estaba tendido sobre la cama, sin sábanas, la dureza arábiga de los músculos perlada de gotas brillantes, con la mano bajo la nuca a la manera de una segunda almohada --de tal modo que sospeché que quizás no estuviera completamente dormido-- y las piernas abiertas, rodeando el sexo que no me atreví a mirar, y que debía de estar envuelto entre los rasos del pantalón como si fuera la custodia del sacramento en el altar de Santo Domingo. Me acerqué hasta el borde de la cama con un terror que aún puedo evocar sin dificultad alguna. Mi padre estaba allí, junto a mí. El ritmo de su respiración en la oscuridad, el pecho que se elevaba y descendía serenamente, me hicieron sentir como si estuviera ante un extraño. Las rodillas empezaron a temblarme de pánico y el corazón se me lanzó a un tamboreo trepidante que me llenaba la boca con un sabor de aceite. De pronto descubrí que no me importaba el miedo. Mis pies tropezaron con las mantas, arrojadas de una patada por el calor exagerado del dormitorio. Amontoné las mantas y me puse de pie sobre ellas, temblando de un terror ...
    ... placentero, para mirarle la cara. Descubrí que mi padre tenía el gesto adusto, pero no con la gravedad que lo atravesaba durante las crisis de histerismo de mis abuelas, sino con una seriedad que yo no había visto antes. Vi su cabello que le fluía como un río negro, y me fijé en la barba cerrada, unos labios gruesos, sensuales, que sentí brillar por primera vez en la penumbra. Parecía como si la misma corriente oscura le descendiese por el pecho hasta la ingle y los muslos. Un vello similar, menos hirsuto pero del mismo color de precipicio, le ocupaba el torso, y luego se adelgazaba en el centro y se extendía otra vez como una pirámide en dirección a la cintura. Sobre la pelvis, desplazado hacia el muslo izquierdo, brillaba sin pudor el pantalón de mis esfuerzos, con la corona celeste de las iniciales, elevada sobre la cima de su enorme animal oculto. Alargué la mano con miedo y acaricié los bordados, y, bajo ellos, la cabeza del monstruo. El tacto tierno me estremeció y mantuve los dedos inmóviles sobre la tela durante varios segundos para que el sueño se fuera acostumbrando a mí. Descubrí que el animal era blando y tenía una temperatura cálida, más todavía que el resto de la habitación. Aún no me atrevía a moverme, pero el glande ocupaba la misma extensión que mis dedos, así que moví la mano lentamente de un lado a otro para recorrerlo del todo. Lo hice despacio, saboreando el instante con lascivia, y me pareció que el animal despertaba, como si tomara fuerzas y empezara a ...
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