1. EN UN MUNDO SALVAJE


    Fecha: 13/09/2019, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... propio. Los dos, cuchillo en mano, volvieron a quedar, retadores, frente a frente. Per la situación había cambiado en un segundo, pues ahora ambos sabían que la lucha que se avecinaba sería sin cuartel, a cuchillada limpia, imperando la ley de la Naturaleza, de la Selva: "Matar para no ser matado". Y entonces surgió Ana, entre los dos, casi separándolos, con un enorme cuchillo puesto, por la punta, en su yugular – ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta ya de esta locura! ¡Separaos, o, por Dios bendito, por Dios os lo juro, que me mato; me degüello! ¡Muerta la perra, se acabaría la rabia! Los dos quedaron en suspenso, quietos, con la vista fija en ella – ¡Soltad los cuchillos! ¡Los dos! ¡Ahora mismo; y separaos; separaos más, más aún! Ambos obedecieron, como corderitos; soltaron las armas y fueron retrocediendo, más y más, hasta que Ana volvió a hablar – Y ahora, desapareced los dos de mi vista ¡Fuera; largo de aquí! Tú, Yago, por allí, tú, Juan, por allá. Y no quiero veros a ningún de los dos en tanto no recapacitéis; en tanto no os convenzáis de que esto no puede volver a pasar Ellos, cabizbajos, pero sumisos, marcharon por donde Ana les señalara; Juan, playa adelante, como era su costumbre, Yago hacia la selva, tal cual acostumbraba. Juan se fue casi perdiendo, playa adelante, mojándose los pies en la línea arena-agua, en tanto Yago alcanzaba el lindero de la jungla, sus primeros árboles. Llegado allí, se volvió hacia su madre que, expectante los miraba, ora a uno, ora al otro – Madre, ...
    ... esto, de momento, queda así; no volveré a provocar a padre. Pero, téngalo en cuenta. ¡NO RENUNCIO A USTED! Tampoco la forzaré nunca, sino que esperaré a que sea usted quien venga a mí. A padre le puede suceder cualquier día un percance, un mortal accidente. Entonces, cuando usted se vea sola, cuando ya no tenga hombre, por su propia voluntad vendrá a mí… Se dio la vuelta y desapareció en la espesura. Ella se quedó un momento, observando por donde él desapareció y, con paso cansino, hundidos los hombros y los ojos arrasados en lágrimas, entró en la casa, dispuesta a acostarse de nuevo, tratando dormir algo. Pero no pudo, pasándose la noche en vela, pensando mucho más que llorando, pues, aunque alguna lágrima se le escapó, supo guardárselas, diciéndose que llorando nada lograba más que los ojos como puños y rojos, cual tomates maduros, luego las cavilaciones fueron lo que centraron su atención todo el tiempo, dándole vueltas y más vueltas al tremendo problema que tenían, mucho más grave de lo que en principio creyera pues, en realidad, se había enconado hasta lo indecible Apenas rayaba el alba cuando Ana estaba ya en pie, dispuesta a buscar y encontrar a su marido y su hijo. A Yago lo encontró enseguida, a poco de penetrar en la selva por donde desapareciera la noche anterior. Encaramado a un árbol, entre sus ramas, en un lecho de hojas, cual hacen los chimpancés para dormir en lo alto de los árboles, a salvo de los depredadores. Le creyó dormido, pues no movía ni un músculo, y le ...
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