1. Emputecimiento (II): Lunes por la mañana


    Fecha: 25/09/2019, Categorías: Primera Vez Autor: eli{DS}, Fuente: CuentoRelatos

    ... sopetón, mirándola fijamente a la cara con la intención de captar su reacción.
    
    Espero que mi voz haya sonado lo bastante firme y severa. Quiero marcar terreno desde el primer momento, muchas son las que se creen que por tener dos buenas tetas y un coño bien enseñado van a poder hacer que uno coma en la palma de sus manos. Sin titubear, comienza a desabrochar la cinturilla de la falda.
    
    - ¡No!, Magda -le suelto seco y severo y tras una leve pausa para que el tono haga el efecto deseado, prosigo-, primero la blusa -ahora relajado y casi dulce.
    
    En este momento sí ha dudado. La blusa no tiene botones, como le sugerí, pero se la saca fácilmente por la cabeza. Resulta todo un espectáculo ver como sus grandes tetas se suben hacia arriba arrastradas por la blusa, al tiempo que liberadas de ella caen a plomo rebotando en su pecho. Tiene el buen sentido de dejar caer al suelo la blusa, la muy jodida sabe lo que se hace y no puedo dejar de pensar en los estriptis que debe regalarle a su marido cada vez que este se la folla. El sujetador es blanco, en eso tampoco me ha hecho caso, pero me alegro, el contraste con la falda negra y la melena azabache enmarcan sus pechos de forma espectacular.
    
    Estoy convencido de que la muy puta ha notado que me gusta, las mujeres tienen un sexto sentido para estas cosas y yo estoy que reviento. Tan solo hemos cruzado la mirada un par de veces, pero han sido suficientes para poner a cada cual en su lugar, yo en el de quien debe ser atendido y ...
    ... ella en el de quien se sabe entregada
    
    Al llevar las manos atrás para soltar el sujetador, su busto se proyecta hacia delante. Las tetas tienen el tamaño justo, un poco caídas eso sí, pero tremendamente hermosas aún. Su piel es clara, más blanca que la del cuello y los hombros, tan tersa y fina como la seda. Las areolas grandes y más oscuras, casi violáceas. Los pezones pequeños y ahora completamente erguidos, casi trempados, me hacen pensar en que la muy guarra debe estar disfrutando.
    
    - Tócate los pezones -vuelvo a ordenarle en el mismo tono seco y severo.
    
    No duda la muy jodida y al instante las palmas de sus manos giran en círculos sobre las tetas, acariciándolas suavemente, casi con ternura. Ella no me mira, pero tampoco baja la vista. Me gusta. Sin embargo sé que puede dar mucho más de sí y estoy dispuesto a exprimirla como a las naranjas.
    
    - ¿Eso es todo lo que sabes hacer? Magda -le suelto entre severo y defraudado-. ¡Vamos, espabila!, aprieta tus pechos el uno contra el otro -ella obedece-, moja tus pezones con la punta de la lengua hasta que queden brillantes y duros como piedras…
    
    La muy guarra no tarda en cogerle el tranquillo al asunto, se nota que ha practicado con anterioridad y el magreo de pechos que me regala me pone a cien. Lo acompaña con poses insinuantes y miradas lascivas de lujuria desenfrenada. Seguro que el tal Pedro, su marido, se ha debido cascar buenas pajas viéndola en acción.
    
    - La falda, Magda -le insinuó cuando creo terminado el ...
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