Tres negros y Andrea
Fecha: 06/09/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Mamaceando, Fuente: CuentoRelatos
Para Andrea era una rutina diaria el ir al gimnasio y regresar caminando a casa, estaba relativamente cerca. Y además le gustaba que la miraran, sabía que los años invertidos en ejercitarse no eran en vano. Hace más o menos un mes, un grupo de chicos negros comenzaron a ir al mismo gimnasio. Y aunque le daban algo de miedo, le excitaba saber que la mirada de estos tipos se clavaba en su culo. Siempre había fantaseado con coger con un negro. Pero no se decidía cuál le gustaba más. Nunca supo sus nombres, ellos se hablaban por apodos (“Big Daddy” alto y con rastas, con músculos hasta debajo de la lengua.
"DJ” Delgado, alto y con una voz que bien podría usarse como megáfono y “Rome”(Se pronuncia "Rom") este último era pequeño y con cara de perro. Pero con una mirada maliciosa que hacía que todos bajaran la mirada cuando se topaban con él.
Por supuesto, en cuanto Andrea entró en su espectro, hablaban tan fuerte, que todos en el gimnasio podían escuchar.
—Pero mira que coñito tan rico.
—La partiría en dos a la puta ésa!
—Esa zorra está tremenda!
Andrea escuchaba, una mezcla de miedo y excitación le recorría el cuerpo. Antes varios instructores quisieron salir con ella, pero jamás aceptó ninguna invitación. La negativa constante los hacía desistir. De manera habitual regresaba a casa con los audífonos a todo volumen.
Nunca se dio cuenta que los tres negros llevaban una semana siguiéndola. Sabían dónde estudiaba, a qué hora salía y entraba de casa. Y tenían ya ...
... estudiados los horarios de sus padres. Sabían que los jueves por la tarde, Andrea estaba sola hasta pasadas las diez de la noche. Así que mientras caminaba, casi bailando al ritmo de la música. Estos tres negros la seguían guardando su distancia. Pero en cuanto doblo la esquina y su llave entró en la puerta de su casa, sintió como la sujetaban. Al principio pensó que era su hermano que le jugaba una broma. Pero cuando miro abajo, noto que los brazos que la sujetaban eran negros como la noche y vio a otro terminando el proceso con las llaves. Cuando por fin se abrió la puerta, sus pies ya no tocaban el suelo. Pataleaba y gritaba, pero era imposible escapar. El forcejeo fue zafando sus audífonos y logró por fin escuchar lo que decían.
—¡Vamos a ver si sigues de presumida mami!
—¡Mira, la mamita está llorando, pobre pendeja!
—¿Ahora si nos miras hija de puta?
—¡DÉJENME NOOO!
—¡Cállate puta!
Para cuando llegaron a la sala, la camiseta de Andrea estaba hecha trizas y sus pechos estaban al aire, al mismo tiempo podía sentir como rompían sus leggings por la parte de atrás mientras entre los tres negros la iban sujetando hasta dejarla boca arriba en el sillón más grande de la sala.
—¡Quiero que esa boquita suya me la chupe!
—¡Vas a chuparnos la verga, putita!
Cómo pudo se soltó del que la tenía agarrada y corrió por las escaleras hasta su habitación, pero no logró cerrar la puerta a tiempo y el negro de rastas metió sus pies para atorar la puerta. Luego, con ...